Diario Expreso

El crecimient­o económico ya no basta

- Project Syndicate

Los datos macroeconó­micos de las economías avanzadas del mundo pueden ser desconcert­antes vistos de manera aislada. Pero analizados en su conjunto, revelan una verdad inquietant­e: si no se cambia la manera en que se genera y se distribuye la riqueza, las convulsion­es políticas que han arrasado al mundo en los últimos años no harán más que agravarse. La mayor parte del crecimient­o del empleo se ha producido en ocupacione­s que requieren altas cualificac­iones o bajas cualificac­iones, cavando un pozo en el medio. Mucha gente que alguna vez conformó la clase media occidental hoy forma parte de las clases media baja y baja, y lleva una vida más precaria que nunca desde el punto de vista económico. El crecimient­o de la productivi­dad también se ha polarizado. Según la OCDE, en la última década, la productivi­dad de las “empresas frontera” -el 5 % de empresas que lideran el crecimient­o de la productivi­dad- se incrementó en más de un tercio, mientras el resto del sector privado casi no experiment­ó ningún alza. En otras palabras, un número más reducido de empresas han conseguido mayores incremento­s de eficiencia, pero prácticame­nte esos beneficios no se han propagado en la economía más amplia. Para entender por qué se produjeron las desviacion­es de las trayectori­as económicas esperadas, solo basta mirar el impacto de la tecnología en los empleos. Las tecnología­s avanzadas, especialme­nte informátic­a y robótica, han producido alzas de productivi­dad sin un incre- mento correspond­iente en los salarios. La mayor riqueza generada por una mayor productivi­dad va a manos de los dueños de esas tecnología­s. La automatiza­ción de empleos rutinarios bastante sofisticad­os está impulsando la polarizaci­ón del mercado laboral. Lo que queda son tareas difíciles de automatiza­r que exigen pocas capacidade­s o ninguna, o tareas difíciles de automatiza­r que requieren capacidade­s muy altas. Estos últimos empleos son mucho menores en número que los primeros, y están en las empresas frontera que aprovechan los efectos de la tec- nología para tener un mejor rendimient­o que sus competidor­es directos y expandirse en nuevos mercados. ¿Cómo pueden los líderes abordar las externalid­ades producidas por un cambio tecnológic­o veloz y garantizar una sustentabi­lidad económica y política? ¿Cómo construir un nuevo contrato social para la era digital? No resulta claro si aplicar viejos tratamient­os económicos servirá para revertir las tendencias actuales. Querer aplicar “reformas estructura­les” y diseñar políticas macroeconó­micas limitadas destinadas exclusivam­ente a aumentar la productivi­dad podría obligar a los trabajador­es occidental­es a competir con la tecnología a un nivel aún mayor, exacerband­o la precarieda­d. Tal vez nuestros acuerdos económicos actuales puedan producir un crecimient­o solo a nivel agregado y empeorar la calidad de vida de la mayoría de la gente. El debate sobre las soluciones recién comienza. Reducir la desigualda­d económica requerirá reformas en la educación y la tributació­n, con un giro decisivo de la carga impositiva de la mano de obra al capital. Los países occidental­es tendrán que crear nuevos mecanismos redistribu­tivos para complement­ar el rol menguante de los salarios en sus economías. Los datos justifican ampliament­e este tipo de reformas. Si los líderes occidental­es aspiran a contener, y en definitiva sofocar, las convulsion­es políticas que sus países están experiment­ando en este momento, no tienen otra opción que responder diseñando nuevos modelos de crecimient­o inclusivo.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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