Necesidad de actuar
Es muy bueno transparentar realidades aunque en ocasiones resulte doloroso. Por ese trance está pasando el Ecuador de estos días. Se transparentó la magnitud de la corrupción de la década infame y ahora sus autores, cómplices y encubridores, por más que pataleen (derecho que les respeto pese al cinismo que involucra), ya no pueden ocultar más sus trafasías pero, como al parecer la maquinaria de la impunidad sigue intacta, si la gente no presiona, en la calle, o como el jueves hizo la Comisión Anticorrupción de Guayaquil, no les pa- sará nada a los delincuentes de cuello blanco y todo seguirá... peor.
Se transparentó la mala calidad de administración de justicia que padecemos, sometida a todo tipo de tráfico de influencias; se evidenció la magnitud de los atropellos a que han sido sometidos los estudiantes por parte de... sus maestros y también la increíble complicidad de las autoridades de los planteles; se conocen las cifras del despilfarro ocasionado por la patológica necesidad narcisista de contar con un enjambre de medios de comunicación destinados a transmitir la verdad oficial y distorsionar la imagen de quienes se atrevían a presentar denuncias; se jugó en fin, con la fe pública, y el comportamiento vivaracho y corrupto contagió la vida institucional pública y privada, y la de todos y cada uno de los ciudadanos que callaron por temor o favor.
Ahora, para liberar al futuro de la enorme capa de lodo que por comodidad o por miedo permitimos que nos caiga encima, en vista de que quienes debieron reaccionar no lo hicieron a su tiempo y tampoco lo hacen estos días (los partidos políticos, por ejemplo)
Pocas veces en nuestra historia republicanahaquedado transparentada tanta ausencia de ejemplaridad pública. Reaccionar para cambiar las cosas es un imperativo ético’.