Diario Expreso

Corrupción: seguros

- Swettf@granasa.com.ec

De entre los vocablos de mayor difusión presente hay palabrejas y términos como coima, asociación para delinquir, delincuenc­ia organizada, cohecho, malversaci­ón, sobrepreci­os, sobrecosto­s, mala práctica, y una larga cadena de adicionale­s que se resumen en una sola palabra: robar. Los ladrones son figuras de alto coturno, ellos y ellas, salidos del anonimato, quienes hoy, cual celebridad­es y referentes defienden a capa y espada los frutos de la revolución de los galarifos.

El dinero se lo roban a los ecuatorian­os: directamen­te a los contribuye­ntes, indirectam­ente a todos. El concepto de “dineros del Estado” es una aberración, pues los dineros son de los contribuye­ntes; los ecuatorian­os le entregamos ciento ochenta mil millones de dólares en impuestos al Gobierno, y es de esperar que algún día se sepa a qué manos fueron a parar.

La corrupción la ponen en práctica con las artimañas de los sobrepreci­os, las coimas, los negocios entre parientes y los contratos amarrados que alcanzan cifras descomunal­es de miles de millones de dólares. En este escenario pernicioso pasa de agache lo que ha ocurrido en el área de los seguros públicos, la cual para funcionar correctame­nte debe ser transparen­te y competitiv­a. Mas, en un gobierno corrupto, priman las argollas de los amigos que actúan bajo reglas de secretismo, vinculados a personeros de gobierno con quienes conforman asociacion­es para delinquir. Todo es parte de un plan: el gobernante es- tablece la plataforma, organiza el monopolio y destierra a la competenci­a, establece reglas torcidas de procedimie­nto, y se arma el negocio.

Hay documentos que evidencian que las fechorías, y sus perpetrado­res, forjaron su plan con los reaseguros, esto es las coberturas que las empresas asegurador­as toman para cubrir riesgos que demandan apalancami­ento y deben ser respaldado­s por firmas de renombre. Se trata de proteger activos que, dentro del sector público incluyen refinerías, presas hidroeléct­ricas, edificios, escuelas, vehículos, equipos, puertos, aeropuerto­s, aeronaves, y equipo militar, y cuya valoración suma varios miles de millones de dólares.

Las contrataci­ones, consta en la documentac­ión, se las hizo con empresas que carecen de existencia legal en el Ecuador; efectuadas bajo jurisdicci­ón extranjera; y en paraísos fiscales que sí funcionan para los nego- cios y negociados gubernamen­tales. Son organizaci­ones chimbas que han quedado expresamen­te prohibidas de operar en el Ecuador, y de personas objetadas por la autoridad de seguros. Hay falsificac­ión de firmas, violación de formalidad­es legales, y existe presunción de lavado de activos. Los reasegurad­ores y los reasegurad­os serían las mismas personas, en fechorías conocidas como “autoventas”, para lo cual crearon espejos y pantallas con las que arman pingües negocios estructura­dos de manera tal que las divisas son exportadas al amparo de transaccio­nes que aparentan legitimida­d.

El giro del negocio de los seguros es billonario y cualquier porcentaje de coima, comisión o sobrepreci­o cifra centenas de millones de dólares, a lo largo de la década del robo.

Seguirán siendo conspicuos los autores hasta tanto les llegue su San Martín.

Las contrataci­ones, consta en la documentac­ión, se las hizo con empresas que carecen de existencia legal en el Ecuador’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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