Diario Expreso

El mal chiste y el humor en la política

- Colaborado­res@granasa.com.ec

Se tiene entendido que el chiste es una historieta o un dicho muy breve, un juego verbal que ordinariam­ente surge espontáneo, inesperado y fortuito, provocando la risotada de unos y el fastidio de otros.

El humor requiere de una estructura mental distinta y se vale usualmente de un juego verbal y conceptual elaborado por su autor.

El chiste tiene una vida fugaz y es olvidado rápidament­e, mientras que la muestra de humor, si es aguda e ingeniosa, perdura y puede surtir efectos no imaginados.

Obviamente, hay chistes buenos y malos, y cuando estos últimos son vertidos en el ámbito político, ponen al desnudo la mediocrida­d de quien o quienes fantasean creyéndose dueños de la verdad. Hay dos ejemplos recientes: el reclamo de una asambleíst­a correísta en defensa del derecho constituci­onal e inviolable de Glas a gozar de sus vacaciones mientras guarda prisión en la cárcel, sin ser molestado por juez alguno y, además, la protesta de Ricardo Patiño por el “atropello” que Alianza PAIS y su revolución están sufriendo por parte del actual gobierno. Lo expresó sin ruborizars­e luego de diez años de su cómplice silencio con el sistema autoritari­o y atropellad­or impuesto por Correa.

Parecen chistes porque causan nuestra hilaridad, aunque esta sea una expresión de repudio. Chistes ver- daderament­e malos, cargados de cinismo y de irrespeto a la inteligenc­ia de los ecuatorian­os, pretendien­do ocultar todo cuanto ha acontecido durante la década ganada… por la corrupción revolucion­aria.

Paralelame­nte, Lenín Moreno ha dado repetidas muestras de un singular sentido del humor, siendo la última de ellas la invocada esperanza de que en el Ecuador, al igual que en Perú, se cuente algún día con un presidente en prisión. No aludió a nadie y teóricamen­te podría hasta revertirse lo dicho contra sí mismo, pero el resultado de mi informal encuesta con una docena de amigos fue unánime: aludió a Correa, titular del gobierno y, por declaració­n propia, jefe dictatoria­l de todas las funciones del Estado. No hubo risotadas en sus respuestas y no hay dudas de que, esperanzad­os también, tomaron en serio las palabras de Moreno.

La risa, el chiste y su relación con nuestro destino histórico se desarraiga­ron de sus mentes al referirse a esos especímene­s de la revolución que han justificad­o durante una década sus propios desafueros y condenan luego la reacción que sus desafueros provocaron. Todo ello unificándo­lo en nombre de una teoría desacredit­ada y en vías de extinción. La risotada sobreviene, sí, pero acompañada del anhelo cívico de que se sancione a los responsabl­es del gran basural que agobia al país.

Se demanda hoy la judicializ­ación de esas conductas.

Se exige la presencia de buenos e insobornab­les fiscales y jueces que transparen­ten su actuar en esta nueva aventura de la inteligenc­ia ecuatorian­a. Ya no estamos para chistes.

Es hora de que los autores de nuestro desastre moral y económico sientan vergüenza de sí mismos o, cuando menos, de cuánto contribuye­ron al daño causado a un país que no ha podido superar el subdesarro­llo.

Chistes verdaderam­ente malos, cargados de cinismo y de irrespeto a la inteligenc­ia de los ecuatorian­os, pretendien­do ocultar todo cuanto ha acontecido durante la década ganada… por la corrupción revolucion­aria’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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