Diario Expreso

Malta, la isla del terror

- MARÍA R. SAHUQUILLO

Seis coches bomba han estallado en los últimos 18 meses El crimen contra la periodista destapa la convivenci­a de corrupción

ay criminales donde sea que mires ahora. La situación es desesperad­a”. Así, cruda, fue la última frase que escribió Daphne Caruana Galizia en su blog, el 16 de octubre. Minutos después, el Peugeot 106 de alquiler que conducía explotó por los aires a pocos metros de su casa por una bomba detonada a distancia.

Caruana Galizia, una de las plumas más reconocida­s del periodismo de investigac­ión en Europa, murió en el acto silenciand­o a quien había desvelado innumerabl­es escándalos de corrupción en el país más pequeño de la UE. Un crimen al más puro estilo mafioso que ha destapado que el rocoso archipiéla­go, a medio camino entre Sicilia y Libia, no es solo un idílico lugar lleno de antiguas ciudades amurallada­s y pequeñas calas; también es refugio de criminales.

Malta aparece, sobre el papel, como todo un modelo de éxito financiero. Pero es también escenario de brutales asesinatos. El de Caruana Galizia es el sexto coche bomba en 18 meses en una isla, por otra parte, con bajos índices de criminalid­ad. Todos casos sin resolver. Todos - excepto el de la periodista- involucrab­an, según los investigad­ores, a personas relacionad­as con el crimen organizado, un problema cada vez más grave en Malta, alerta Rosy Bindi, presi- denta de la Comisión Parlamenta­ria Antimafia de Italia.

Malta se ha convertido en los últimos años en un lugar jugoso para los negocios. “Legales pero también ilegales”, apunta la abogada Laura Pace en un café junto al puerto. “El sistema permite que las empresas cuya actividad no ocurre en Malta tributen solo un 5 %. Hace de la isla un pequeño paraíso fiscal en la UE”, señala.

Rascando un poco, bajo las empedradas calles de La Valeta o los bares de copas de localidade­s de turismo de playa, como San Julián, están los cimientos de un país con un sistema fi-

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DARRIN ZAMMIT LUPI / REUTERS-EFE Últimas palabras. Su registro final decía: “Hay criminales donde sea que mires. La situación es desesperad­a”.
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