Entre drogas y violadores
La tabla que permite portar cierta cantidad de droga sigue vigente y constituye la norma jurídica que, entre otras cosas, canaliza el microtráfico. Los jóvenes siguen enloqueciendo y muriendo por eso. Ni la derogación de dicha ley, ni programas públicos han podido ser lo suficientemente eficientes para prevenir el uso de las drogas, ni reducir las tasas de embarazos no deseados, porque la única política pública ha sido la de evitar a toda costa que la sociedad se entere de la corrupción y de la omisión que permite violadores en escuelas.
No estoy tan segura de si el número de abusos que la prensa conoce sea el real. Antes o después de este gobierno han quedado muchos de esos crímenes en el silencio; sin embargo, a raíz de la protección política que recibiría el violador Glas Viejó, los abusadores de niños debieron sentir la cancha sin árbitro, libre para perpetrar sus violaciones. Contaban con el silencio cómplice.
Las organizaciones sindicales de docentes también han escondido denuncias de abusos. Recuerdo el caso de un maestro que golpeaba a sus alumnos, a quien nunca sancionaron; sus viejos amigos de la UNE y hoy la Red de Maestros, tienen mucha cuenta que rendir por solapar tanto crimen.
El silencio del exministro, Augusto Espinoza, quien pudiera estar enjuiciado políticamente, es inaceptable. Espanta la excusa que dio: no dijo nada para que los medios no se enteren. ¿Y si le pasaba eso a un familiar suyo? ¿Acaso no hubiera requerido de los medios para que la sociedad pueda ser veedora de la justicia en casos así?
Hay silencios imperdonables, la verdad. Hacerse el que no sabía nada, guardarlo en secreto para que la secta correísta no pierda seguidores, es nefasto.
Los niños siguen siendo víctimas, hay tanta droga dentro y fuera de las escuelas como violadores y aún no hay nada concreto.
¿Dónde quedó la reforma legal de la tabla y el castigo a los violadores? Cabe decir que no se necesita consulta para ninguna de las dos cosas.