Diario Expreso

78 años de visitas a la tumba de una madre

- RONALD G. SORIA soriar@granasa.com.ec GUAYAQUIL

Acudir a los cementerio­s no es simple costumbre Es un nexo de amor Así lo siente un guayaquile­ño de 84 años

Iba a cumplir cinco años cuando el féretro con los restos de su madre llegó a la vieja casa en la que habitaban. Hugo Moreno Muñoz anda por los 84 años y aún se le escapan algunas lágrimas cuando recuerda lo duro que resultó en esa etapa de su vida el no volver a verla de pie, tomando control de los seis hijos que trajo al mundo.

“Puede que uno llore al padre cuando muere, puede que se lo llore mucho... Pero cuando quien muere es ella (la madre), se queda sin soporte, como un barco al que le falta capitán”. Nunca supo de qué murió.

La mañana de ayer cumplió ese tipo de cita que se da con ella. Lo hace cada vez que puede, al menos una vez al año. No comprende cómo hay personas que olvidan a sus muertos.

“Hay quienes los sepultan, vienen un par de veces y luego no regresan ni cuando es Día de Difuntos. No es que quiera criticar, pero sí da pena ver tantas tumbas sin color, en las que ni siquiera se ve algún ramito reseco o una cera apagada”.

La bóveda sencilla que actualment­e ocupa la madre es la segunda en la que reposan sus restos desde la fecha de su sepelio, el 12 de agosto de 1939. En 1964 fue trasladada desde la parte de tierra y colocada en un lugar que sus hijos compraron. Fue cuando edificaron una cripta de ladrillos y cemento. Ahí también se depositó el cuerpo de Pedro Moreno Guayamabe, el padre, y el del esposo de una de las hijas.

Es una tumba modesta que se la pinta una vez al año y está justo al final del área de tierra del Cementerio General, al pie de donde se inicia el sector moderno de un camposanto en el que están sepultadas cerca de 284.644 personas, en un espacio de 17 ha.

La esposa de Hugo, un maestro zapatero que aún se gana la vida remendando calzados en su local en uno de los Guasmos, también tiene un lugar entre los muertos de este cementerio. La visita cuando puede. Prefiere que quien mantenga cuidada su tumba sea la hija de ambos.

“Creo que los hijos debemos ver por sus padres. Es una responsabi­lidad”, dice este guayaquile­ño que, a pesar de su edad, conserva recuerdos de la época en la que su madre aún vivía. Dice que en esos años la ciudad era muy pequeña. “Nuestra casa estaba en un sector donde no existían ni calles y solo había unas cinco casas. Hoy ya sé que eso se conoce como Maldonado y Esmeraldas”.

Antes de persignars­e y despedirse, dice que seguirá llegando a esta parte del cementerio para cumplir su deber de hijo y que así lo hará hasta que le llegue el momento de ocupar también un espacio en ese lugar. “No me gustaría que me traigan y luego me dejen aquí abandonado. Puede que uno ya no sienta, pero puede que uno ya muertito sí se dé cuenta de que lo han olvidado”.

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Un buen hijo. Hugo Moreno llegó ayer a honrar la memoria de su madre, fallecida hace 78 años.

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