Diario Expreso

Con velas iluminan el camino de regreso de las almas

En San Luis, piensan que los muertos salen al pueblo para estas fechas

- (F) PO

EJorge Medina, quien se vestirá en la piel de la Mama Negra muestra a su ‘hija’, a la que este año la llama Mercedes Baltazara. Su traje es diseñado por artesanas de Latacunga. l repique de la campana, al atardecer del 1 de noviembre, avisa a los habitantes de San Luis, parroquia rural de Riobamba en la provincia de Chimborazo, que iniciarán las vísperas de la Fiesta de las Almas.

“Todos salen presurosos hasta la iglesia ubicada en la plaza central. La gente mayor, que viste ropa oscura y lleva una antorcha, se forma ordenadame­nte detrás de la banda de pueblo y del prioste que lleva una réplica del ‘Cuadro de las Almas’, tras él se coloca el portaestan­darte.

Al ritmo de tonadas fúnebres se dirigen al cementerio, ubicado en la cima de una loma a la salida del pueblo, para recordar a las “almas benditas que ya descansan en el camposanto”, recuerda Clara Chapalvay, una participan­te que de tanto en tanto acomoda su vela para que la cera caliente que resbala por un lado se acumule en el papel que la rodea.

A lo lejos, el cementerio brilla, por la cantidad de velas que han sido encendidas, una en cada tumba.

De la misma forma a lo largo del ingreso han colocado pequeños tarros, en los cuales se quema material combustibl­e con el fin de marcar el camino.

“Mi abuelita decía que las al- mitas tenían licencia para regresar y salir esta noche a visitar el pueblo y a sus familiares. Nosotros tenemos fe, se les siente, cuando una puerta se abre o se cierra, por eso iluminamos el cementerio, para que sepan cómo regresar”, explica la mujer, de 64 años, quien asiste a esta fiesta tradiciona­l desde que tiene memoria.

Una vez en el camposanto, los deudos participan de una pequeña ceremonia, rezan y recorren en procesión todas las estrechas calles del pequeño cementerio.

Algunas familias aprovechan para arreglar las tumbas de sus seres queridos. El prioste brinda una bebida caliente y un pan, para luego iniciar otra vez el peregrinaj­e de retorno a la iglesia.

Pero un dúo se queda hasta la medianoche, entonando canciones acordes a la fecha, esto lo conocen como la serenata para las almas. Al día siguiente retornan para la misa del Día de Difuntos y luego comparten entre todos los asistentes la colada morada y las guaguas de pan, comida típica de la fecha.

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Experienci­a. El evento generó gran movimiento en la localidad.

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