Un tatuaje partido en la mitad
Cazorla tiene tatuado el nombre de su hija en el brazo. De allí le sacaron piel para el injerto en el tobillo. Dejará así el tatuaje como recordatorio de lo que vivió. empezó la parte más oscura. ¿La razón? No cicatrizaba. Apenas le quitaban los puntos se abría la herida y se infectaba. Él pedía jugar pero se lastimaba. Hasta se gangrenó. Un círculo vicioso de un par de meses que, obviamente terminó mal. En Inglaterra los médicos le dieron pocas esperanzas. “Si consigues volver a caminar con tu hijo por el jardín, date por satisfecho, me dijeron”, recordó a Marca. Él no se convenció de ese diagnóstico así que decidió volver a España. Visitó Mikel Sánchez, una referente en la medicina. Era mayo de este año. Al ser sometido a la primera opera-
Tres bacterias se comieron parte del tendón de Aquiles y del hueso calcáneo. De no poder caminar, ahora está cerca de volver a jugar
ción en España, agrega Cazorla, encontraron una gran infección. Se había dañado parte del hueso calcáneo y comido ocho centímetros del tendón de Aquiles.
Solo tras varios análisis encontraron las tres bacterias que lo habían causado. Si no lo hacían a tiempo, inclusive corría el riesgo de perder el pie.
Después de un tratamiento fuerte con antibióticos lo controlaron y, ya con luz, le sometieron a la última de ocho operaciones en el tobillo, para terminar de reconstruirlo.
Desde julio cumple con la rehabilitación. Puede caminar con normalidad y ahora sueña con jugar fútbol en un Arsenal que le renovó el contrato, en medio de su lesión. Para él, lo peor ya pasó. Recuperó la sonrisa y ahora quiere contagiarla.