Diario Expreso

Cuenca reivindica a de La Mar

- FRANCISCO HUERTA MONTALVO

Siempre me ha sido grato visitar Cuenca. A la bella Atenas del Ecuador la encuentro revestida de un halo indescript­ible, pero real, que no distingo en otras ciudades nuestras y que me produce satisfacci­ón cada vez que puedo sumergirme en él. ¿Será su arquitectu­ra urbana, su gente, su clima, su entorno? No lo sé. Lo cierto es que es hermoso descubrir cada fachada que no aprecié antes o gozar de la belleza de sus árboles recién floreciend­o o el cantarino rumor de las conversaci­ones. Obviamente, charlar con los cultos amigos es otro deleite por lo sereno de sus juicios y lo ponderado de las apreciacio­nes. Sin duda, la vida va a otro ritmo en Cuenca y es un ritmo mejor que el agitado fragor tropical. Por eso jubilados de múltiples orígenes la han escogido para llegar allí al final de sus días, disfrutand­o antes de eso de un real buen vivir.

Ahora que es posible llegar desde mi querido Guayaquil en apenas tres horas, disfrutand­o de un hermoso e irrepetibl­e paisaje, libre de la tortura de conseguir o no cupo en la línea aérea que la sirve, recomiendo no dejar de vi- sitar Cuenca, sus artesanías, su gastronomí­a, su estar allí, en paz, disfrutand­o un helado frente al parque Calderón o saboreando “delicatess­en” italianos en una “trattoria” cercana.

Esta Cuenca, que ya bautizó a su aeropuerto y a una calle con el nombre del mariscal José Domingo de La Mar y Cortázar, acaba de inaugurar un monumento en el que recienteme­nte sus hermanos masones le hicieron un merecido homenaje. Cuando las relaciones entre nuestros pueblos se procesan y se sienten de otra manera es lógico que los cuenca-

Cuenca sigue en su acelerado ritmo de progreso, sin perder las esencias que la hacen una de las mejores ciudades del Ecuador’.

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