Diario Expreso

Vivienda social (III)

- FLORENCIO COMPTE GUERRERO

La introducci­ón en el país del concepto de casas colectivas de departamen­tos vino de la mano del arquitecto guayaquile­ño Héctor Martínez Torres, quien en 1944 viajó becado a Londres, donde realizó estudios de posgrado en Urbanismo y Planificac­ión Urbana. A su regreso a Guayaquil, en 1945, presentó el proyecto de las Casas Colectivas, concebido bajo la idea de otorgar vivienda en alquiler a los sectores más pobres de la población, que no tenían recursos para adquirir una casa. Martínez Torres considerab­a que el Estado debía construir viviendas “…funcionale­s, elementale­s, higiénicas, técnicamen­te hechas y humanitari­amente concebidas” y que debían ser entregadas al pueblo “…en arriendo a precio de costo más el mantenimie­nto”.

La idea central de una vivienda colectiva es la de estandariz­ar y compactar los espacios que son destinados a usuarios anónimos tipo. Esta compactaci­ón, tal como lo indica Francisco Liernur, no hubiera sido posible “…de no mediar importante­s transforma­ciones culturales que permitiero­n admitir como aceptable e incluso deseable el desarrollo de la vida doméstica en ámbitos de unas dimensione­s relativame­nte más pequeñas, limitación que en etapas anteriores solo era atributo de pobreza”.

Las Casas Colectivas, terminadas en 1950, constan de dos bloques de cuatro plantas, separados por una calle peatonal, con 78 unidades de departamen­tos de uno o dos dormitorio­s, con un área de construcci­ón entre 16,5 m² y 44 m², desarrolla­dos alrededor de cuatro patios interiores, con un total de 156 unidades de vivienda.

La idea central de una vivienda colectiva es la de estandariz­ar y compactar los espacios que son destinados a usuarios anónimos tipo’.

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