Diario Expreso

Los fantasmas de Lesbos, la desgracia de Europa

- Project Syndicate

En 2015, cientos de miles de refugiados desembarca­ron en las costas de las islas de Grecia. Muchos murieron en el mar. Hoy, se le ha hecho creer a la población internacio­nal que la crisis de refugiados de Grecia ha amainado. En verdad, se ha convertido en un flagelo permanente que carcome el alma de Europa y fragua un problema futuro. La isla de Lesbos sigue siendo, su epicentro. La historia de Shabbir demuestra de qué manera descarnada la realidad choca con el relato oficial de Europa. Shabbir, de 40 años, vivía con su esposa y dos hijos pequeños en una ciudad de Pakistán, donde administra­ba un negocio de alquiler de autos. Una noche, dic/2015, un grupo local de extremista­s islámicos arrojó una bomba molotov a la casa del vecino de Shabbir. Ellos eran cristianos y los extremista­s se habían propuesto desalojarl­os y convertir su casa en una madrasa (escuela religiosa). Instintiva­mente, Shabbir salió corriendo en defensa de sus vecinos cristianos. Lo acusaron de “apóstata”, le quemaron el negocio, mataron a su hermano, su mujer y sus hijos huyeron a ciudades vecinas y Shabbir y su padre de edad avanzada, emprendió el largo y cruel camino, a través de Irán y Turquía, a una seguridad imaginada en la Europa civilizada. El padre de Shabbir murió de agotamient­o en algún pico nevado de Turquía. Meses después, al subirse a la embarcació­n endeble de un traficante en la costa turca del Egeo, naufragó y se encontró rodeado de decenas de refugiados ahogados. Lo recogieron frente a la costa de Lesbos y lo llevaron al campo de Moria, donde comenzó su segundo padeci- miento. Ningún occidental que visitara Moria durante el invierno de 2016/2017 podría no sentirse deshumaniz­ado. Barro, basura y excremento­s humanos formaban un magma de miseria. Además de la indiferenc­ia oficial reflejada en los recursos insignific­antes ofrecidos por la UE y las autoridade­s griegas. Los refugiados como Shabbir enfrentaba­n un mínimo de nueve meses antes de su primer encuentro con algún funcionari­o que recibiera su solicitud de asilo. En el campo, una pequeña oficina improvisad­a, rodeada de más alambre de púa y cientos de refugiados desesperad­os, admitía una o dos personas por hora para su primera entrevista. “...siendo afgano o pakistaní y enfermo, puede llevarte 12 meses antes de poder hablar con un funcionari­o”, nos dijo un refugiado. “Somos fantasmas que deambulan por ahí sin que nadie se dé cuenta”, observó. “Habría preferido que nos hubiéramos muerto en la guerra”. En el campo, algunas fa- milias recibían como beneficio el lujo de un contenedor, privilegia­das con esto a pesar de la falta de agua corriente, etc. Era experiment­ar el ascenso a la inhumanida­d... Un año después de que Shabbir llegó a Lesbos, y tres meses después, su solicitud de asilo fue rechazada y se emitió una orden de deportació­n. Y cuando intentó buscar refugio en un pueblo cercano, la policía montó una cacería humana. Finalmente, se entregó, antes de ser llevado de nuevo a Turquía. No hemos oído de él desde entonces. El trato de la UE con el presidente de Turquía, Erdogan, negociado en 2016 por la canciller alemana Angela Merkel, tenía un único propósito: frenar la ola de refugiados de Turquía a Grecia a cualquier precio. Los únicos sobrevivie­ntes en este naufragio moral son voluntario­s y pequeñas ONG de todo el mundo- que han venido manteniend­o vivo el espíritu de humanidad.

Mientras tanto, Occidente en general, y la UE en particular, perpetúa los factores económicos, ambientale­s y militares que impulsan el desastre humanitari­o en curso’.

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