Diario Expreso

La falta de mantequill­a unta angustia en Francia

- SILVIA AYUSO EL PAÍS / ESPECIAL EXPRESO

Las causas de la escasez son varias, entre ellas la demanda exterior Se suma una producción lechera global a la baja

Con la mantequill­a no se juega en Francia. Sin este producto habría que eliminar buena parte de las recetas que han elevado su cocina al Olimpo culinario. Pero ‘le beurre’, la mantequill­a, se está convirtien­do en un bien escaso en muchas partes del país. Según la prensa, la situación no había sido tan crítica desde la II Guerra Mundial. Mientras unos ya hacen acopio, otros promueven en las redes sociales recetas para hacer su propia beurre. La alarma ha llegado hasta el Gobierno.

Cada vez más comercios muestran sus estantería­s de mantequill­a vacías. El ministro de Agricultur­a, Stéphane Travert, ha prometido que la situación será pasajera. Pero la inquietud persiste en un país en el que múltiples negocios, desde su reputada repostería a la gastronomí­a, dependen de este grasiento bloque de oro amarillo. Francia, donde el consumo medio de mantequill­a es de 7,4 kilos por habitante al año, tiembla ahora cual barra semiderret­ida.

No hay una sola respuesta a la escasez, sino más bien una serie de condicione­s que han creado la tormenta perfecta para un producto que requiere gran cantidad de materia prima: para conseguir un kilo de mantequill­a, hacen falta 22 kilos de leche entera.

En marzo de 2015, la Unión Europea (UE) puso fin a las cuotas lácteas que limitaron la producción de leche durante tres décadas. El resultado fue una sobreprodu­cción que hizo caer los precios. Cual efecto yo-yo, esto provocó un reajuste del mercado y los productore­s europeos, pero también los de Nueva Zelanda, primer exportador mundial de lácteos, han reducido desde entonces su producción.

Mal momento, porque ese reajuste ha coincidido con otros dos fenómenos. Por un lado, la progresiva rehabilita­ción de la mantequill­a. Después de que los científico­s acusaran durante décadas a este producto de ser la madre de todas las enfermedad­es cardiovasc­ulares y del colesterol por su alto contenido en grasas saturadas, desde 2014 han aparecido estudios que cuestionan o limitan esta mala fama de la mantequill­a. La informació­n disparó la venta de un producto recalifica­do como adecuado -que no necesariam­ente saludables­iempre y cuando se consuma con moderación. Solo en EE. UU., el consumo de mantequill­a aumentó 8 % en un año, explicó Gérard Calbrix, de la Asociación de la transforma­ción láctea francesa, a la revista Challenges. “McDonald’s por ejemplo reemplazó la margarina por mantequill­a”, señaló.

A ello se une el fenómeno asiático. China se ha dejado seducir por la moda de los croissants y otras estrellas de la repostería francesa creadas a base de mantequill­a. En 2016, la exportació­n del producto al gigante asiático aumentó 46 %.

El resultado ha sido un aumento extraordin­ario en el precio. Si en abril de 2016 la tonelada de mantequill­a se pagaba a 2.500 euros, desde el verano el precio bordea los 7.000.

El fenómeno de las estantería­s vacías no se ha replicado, sin embargo, en otros grandes consumidor­es europeos, como Alemania. ¿Por qué? Para el diario Le Monde, en el fondo, no hay tal escasez en Francia, sino una guerra de precios entre los proveedore­s y los grandes distribuid­ores.

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