Se marchó el más grande
El ecuatoriano Francisco Segura Cano, cinco veces campeón del mundo en tenis, falleció ayer en California, Estados Unidos
Sin lugar a dudas uno de los íconos del deporte ecuatoriano y también mundial. Puso el nombre de Ecuador muy alto en cada una de sus intervenciones, donde siempre mencionaba su nacionalidad y, sobre todo, sus primeros pasos en el tenis.
Su debilidad, que lo obligó a jugar a dos manos desde pequeño, se vio compensada por su grandeza al poder brillar en las canchas de cinco continentes, con la fuerza y el coraje que caracterizaba a Pancho.
Vamos a sentir mucho su ausencia, lo extrañaremos, pero hay que recordarlo siempre.
Francisco Olegario Segura Cano, el mejor tenista ecuatoriano de la historia, nació en Quevedo el 20 de junio de 1921, dejó un legado imposible de olvidar. Falleció ayer en California, Estados Unidos, a los 96 años de edad.
Bebé prematuro, casi muere al nacer, sufrió hernias y malaria. Con una estatura de un metro sesenta y con las piernas arqueadas a consecuencia del raquitismo -enfermedad que también sufrió su hijo-. Compensó estos problemas con su velocidad y una devastadora derecha con sus dos manos, golpe que prácticamente patentó.
El único ecuatoriano en el Salón de la Fama del Tenis (1984), ganó los títulos del mundo a nivel profesional en singles (en la actualidad la equivalencia sería el Torneo de Maestros) en los años 1950, 1951 y 1957, superando a figuras de la talla de Arthur Ashe, Bill Talbert y Don McNeill. También fue el número uno del planeta en dobles, en 1948 y 1949, jugando con Jack Kramer.
Ejemplo de superación, inició su idilio con el deporte blanco en calidad de pasa bolas en el Guayaquil Tenis Club, los socios le daban propinas a cambio de su ayuda. Un día, uno de ellos le regaló su primera raqueta. Era vie- Herencia. Ya retirado, Francisco Segura se dedicó a entrenar jugadores. El más destacado fue el estadounidense Jimmy Connors. ja, de madera, demasiado grande y pesada para él, por lo que desde esa etapa comenzó a trabajar aquel golpe que lo llevaría a la fama.
En 1939 se corona campeón de la Copa Sudamericana en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay. En su paso por Argentina derrota al número uno de Sudamérica, Lucilo del Castillo, en semifinales, y al uruguayo Esteban Harreguy, en la final. Había nacido una estrella.
En 1947 incursiona al profesionalismo, luego de ganarlo todo a nivel amateur. Protagonizó espectaculares duelos con Francisco González, el tenista con el mejor servicio de la época y se convirtió en el primer jugador en ganar el torneo profesional de los Estados Unidos en tres superficies diferentes (entre 1950 y 1952). Su sueño era ganar un torneo de Grand Slam, no lo logró, pero no necesitó eso para ser un gigante.