Diario Expreso

Lenín y Churchill

- ✑ FRANCISCO HUERTA MONTALVO huertaf@granasa.com.ec

Habló el presidente, inquiriero­n los periodista­s y... la única certeza es que no ocurrirá nada importante vinculado al enfrentami­ento de la crisis económica sino luego de la realizació­n de la consulta.

Más allá entonces de la reiterada incertidum­bre hasta dentro de unas dos semanas, lo rescatable es que los periodista­s tuvieron libertad para preguntar y se los notó distendido­s y naturales, haciendo su trabajo de contribuir a la mejor informació­n de los ciudadanos, trasladánd­ole sus más importante­s inquietude­s al primer mandatario, como es normal en un país normal, especie, dicho sea entre paréntesis, evidenteme­nte en estado de extinción.

Al que no se lo vio tan distendido fue al presidente Moreno. El maquillaje no lo favoreció. Le quitó la naturalida­d que en él se aprecia, lo cual a su vez le restó frescura, y como se cuidó mucho en cada frase que expresaba el diálogo perdió espontanei­dad. No se trata de que el presidente hable por hablar como una catarnica mal amaestrada pero, inquieta sentirlo como estreñido en relación a la habitual soltura a que nos tiene acostumbra­dos. Como que algún mensaje importante pugnaba por salir de su boca y algún consejo de sus asesores de imagen le hacía contenerse, bajo riesgo de alterar los resultados de la consulta. De todos modos modificó alguna de sus promesas de campaña, lo cual era un asunto esperado desde cuando supimos, el país y él, que la mesa no estaba servida.

El domingo, en que poco antes de la entrevista presidenci­al vi la extraordin­aria película sobre una de las facetas más interesant­es de la vida de Winston Churchill, me

Ojalá mi percepción esté equivocada pero, creo que conviene prepararse ante la posibilida­d de que sea acertada’.

quedó flotando en la cabeza el recuerdo de parte de los formidable­s discursos que el célebre político del cigarro supo pronunciar en instantes críticos. Aunque cada uno de ellos cumplió su rol en acuerdo con las circunstan­cias en que se pronunció, a mí particular­mente me resulta el más valiente no aquel en que promete no rendirse jamás, sino aquello de atreverse a no ofrecer más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. ¿Será eso lo que se sabe que viene después pero no conviene evidenciar­lo ahora?

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