Lenín y Churchill
Habló el presidente, inquirieron los periodistas y... la única certeza es que no ocurrirá nada importante vinculado al enfrentamiento de la crisis económica sino luego de la realización de la consulta.
Más allá entonces de la reiterada incertidumbre hasta dentro de unas dos semanas, lo rescatable es que los periodistas tuvieron libertad para preguntar y se los notó distendidos y naturales, haciendo su trabajo de contribuir a la mejor información de los ciudadanos, trasladándole sus más importantes inquietudes al primer mandatario, como es normal en un país normal, especie, dicho sea entre paréntesis, evidentemente en estado de extinción.
Al que no se lo vio tan distendido fue al presidente Moreno. El maquillaje no lo favoreció. Le quitó la naturalidad que en él se aprecia, lo cual a su vez le restó frescura, y como se cuidó mucho en cada frase que expresaba el diálogo perdió espontaneidad. No se trata de que el presidente hable por hablar como una catarnica mal amaestrada pero, inquieta sentirlo como estreñido en relación a la habitual soltura a que nos tiene acostumbrados. Como que algún mensaje importante pugnaba por salir de su boca y algún consejo de sus asesores de imagen le hacía contenerse, bajo riesgo de alterar los resultados de la consulta. De todos modos modificó alguna de sus promesas de campaña, lo cual era un asunto esperado desde cuando supimos, el país y él, que la mesa no estaba servida.
El domingo, en que poco antes de la entrevista presidencial vi la extraordinaria película sobre una de las facetas más interesantes de la vida de Winston Churchill, me
Ojalá mi percepción esté equivocada pero, creo que conviene prepararse ante la posibilidad de que sea acertada’.
quedó flotando en la cabeza el recuerdo de parte de los formidables discursos que el célebre político del cigarro supo pronunciar en instantes críticos. Aunque cada uno de ellos cumplió su rol en acuerdo con las circunstancias en que se pronunció, a mí particularmente me resulta el más valiente no aquel en que promete no rendirse jamás, sino aquello de atreverse a no ofrecer más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. ¿Será eso lo que se sabe que viene después pero no conviene evidenciarlo ahora?