Lección bien aprendida
Corría la mañana del 16 de enero pasado y el mundo se enteraba del operativo donde caían abatidos Óscar Pérez y otros 6 compañeros que habían tomado las armas para rebelarse contra el régimen de Maduro. Meses antes Pérez, un oficial de Policía, se sustrajo un helicóptero de su institución y se dirigió al Ministerio del Interior, donde realizó disparos al aire para luego sobrevolar la sede del Tribunal Supremo de Justicia, lanzando granadas fumígenas, es decir, sin poder explosivo.
Pérez se había convertido en un luchador bullicioso “alzado en armas”, ganando simpatía desde la clandestinidad, particularmente en los últimos días, cuando los efectos de la escasez de alimentos empezaban a generar mayor malestar en la población.
La historia recoge el caso de subversivos a quienes se tomó prisioneros, en algunos casos se los indultó y finalmente se hicieron con el poder. Hitler, tras ser encarcelado por la insurrección de Múnich en 1923 y condenado a 5 años de prisión, fue liberado pocos meses después. Luego se hizo con el poder. En 1953, tras el asalto al cuartel Moncada, Castro fue enjuiciado y encarcelado, para después ser indultado. Luego se hizo con el poder. Tras una cruenta insurrección en 1992, Chávez fue encarcelado y dos años más tarde liberado. Luego se hizo con el poder. Esa lección donde un insurrecto es tomado prisionero y luego liberado, y en un entorno propicio para los cambios radicales termina en el poder, es algo que la izquierda autoritaria ha aprendido muy bien, y por tanto era inaceptable que Pérez pudiera salir con vida de su asedio. El costo de tomarlo vivo y encarcelarlo habría sido superior al de Leopoldo López porque Pérez era más pueblo, “más galería que suite”. Con lo que no contaba Maduro era con la enorme evidencia de videos y audios donde se observa que Pérez había ya bajado las armas y ofrecido su rendición. A partir de entonces lo que ocurrió fue un asesinato múltiple y una clara violación al artículo 3 del Convenio de Ginebra sobre conflictos no internacionales.
Maduro se me parece a Sadam Huseín no solo por el bigote; terminará con la misma corbata.
Con lo que no contaba Maduro era con la evidencia de videos y audios donde se observa que Pérez había ya bajado las armas’.