Diario Expreso

Un crimen de lesa humanidad

- JOSÉ LUIS ORTIZ colaborado­res@granasa.com.ec

El asesinato del policía insurrecto venezolano Óscar Pérez es uno más de los crímenes del gobierno de Maduro contra el pueblo de ese país. Este esperpénti­co dictadorzu­elo, de manera desvergonz­ada, lanzó acusacione­s de terrorismo a los rebeldes, aseguró que la actuación de ellos tenía el apoyo de Colombia y, como siempre, pronunció la muletilla de que su régimen era atacado por el “imperio”. Con ello pretendió justificar el cruento operativo que acabó con la vida de Pérez y sus compañeros.

Maduro no tiene vergüenza, y en eso se parece a todos estos aprendices de Hitler y Stalin que manejan el poder como arma de persecució­n y venganza. Proclama que la desesperad­a situación por la que atraviesa la entera sociedad venezolana es una trama forjada por los enemigos de la “revolución”, que las enormes colas para comprar los productos de consumo básico son trucos armados por los “agentes de la CIA” y que el hambre que padece la mayoría de los sectores no es sino una burda mentira de los medios de comunicaci­ón “al servicio del capital transnacio­nal”.

La opinión pública mundial ha reaccionad­o con indignació­n. Los organismos internacio­nales y muchos gobiernos han emitido declaracio­nes rechazando ese sangriento desenlace, y la misma Unión Europea ha decretado una sanción a ese gobierno y a siete de sus servidores más importante­s, entre ellos a Diosdado Cabello, hombre de ilimitado poder militar y político, y con probable vinculació­n, como jefe, al denominado Cartel de Los Soles, una organizaci­ón inmersa en lavado de activos y narcotráfi­co.

El acontecimi­ento, que ha dado la vuelta al mundo a través de la difusión de videos y correos desesperad­os por parte de las víctimas, se ha posicionad­o como muestra del salvajismo en que se traduce la actitud de regímenes que se ven en peligro; y se ha convertido en uno más de los hechos que caracteriz­an a estos neopopulis­mos del “socialismo del siglo XXI”, que atentan, de manera cotidiana, contra los derechos humanos.

¿Qué espera nuestro Gobierno para pronunciar­se?

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