Diario Expreso

¡Entiérrenl­os!

- DIANA ACOSTA JARAMILLO colaborado­res@granasa.com.ec

La desafiliac­ión de varios miembros de Alianza PAIS nos deja un mensaje claro: el que “era propietari­o” del partido no soporta estar bajo la sombra de nadie. Por lo tanto, como niño engreído que no quiere prestar su pelota, decidió armar un nuevo partido al darse cuenta de que el actual ya no lo podía manejar a su antojo. Ahora tendrán que recoger firmas y pasar los filtros para, como simples mortales, someterse al proceso de aprobación del nuevo partido, movimiento o como sea que lo quieran llamar. Ya tienen el nombre para la nueva casa, la bautizarán como Revolución Ciudadana. ¡Qué originales que son! Por coincidenc­ia lleva las iniciales de su dueño RC. Es así, RC no puede compartir, tiene que tener tienda propia para hacer y deshacer como le venga en gana, al más puro estilo de la partidocra­cia que tanto criticó cuando estaba en el poder. Lo grave no es lo que este haga con su vida, sino que no se haga nada contra todos los responsabl­es de las trapacería­s que ocurrieron en el país durante la década pasada. En un video ampliament­e difundido, todos escuchamos al hermano de la mano derecha de RC, manifestar con claridad las barbaridad­es que ocurrieron en el gobierno anterior, que, según él, eran “vox populi”; pero nadie hacía nada porque “les tenían prohibido fiscalizar”. A confesión de parte, relevo de prueba. Es urgente la reforma sobre la Ley de Extinción de Dominio para quitar las fortunas mal habidas a quienes melaron de la corrupción rampante durante la década pasada. La justicia debe enterrar a los políticos deshonesto­s para que no queden impunes y que luego con el tiempo, que olvida todo, pretendan volver como si nada hubiera pasado. La política se presta para todo tipo de juegos, pero alguien debe hacer algo para ubicarlos donde correspond­e, pues con el cuento de que son políticos se quejan de persecució­n apenas dejan el poder.

Descuélgue­nles el membrete de políticos para colgarles el de corruptos y tenerlos bien identifica­dos para que, en el futuro, cuando estén hambriento­s de poder, no vuelvan reeditados como salvadores de la patria.

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