Diario Expreso

Los ladrillero­s de Huaquillas trajeron su oficio desde Loja

Las prolongada­s sequías los llevaron a abandonar la Sierra sur ❚ El auge de construcci­ón en la zona a mediados del siglo pasado hizo crecer el negocio

- JHONNY CRESPO Correspons­al ■ EL ORO

La actividad ladrillera cada vez crece en el cantón fronterizo de Huaquillas, provincia de El Oro.

Alrededor de 500 hornos en forma de castillo producen millones de ladrillos, que luego son utilizados para el área de construcci­ón. Están ubicados en el barrio Ecuador, a 600 metros de la línea de frontera, entre Ecuador y Perú.

Manifestó a EXPRESO que empezó a trabajar en la actividad ladrillera a la edad de 10 años, recuerda que gracias a la ayuda de sus hermanos mayores heredó los conocimien­tos sobre la fabricació­n de ladrillos.

EL DETALLE Madera. En Loja y Azuay algunas ladrillera­s poseen hornos industrial­izados, pero no los usan por el alto costo del gas industrial, prefieren seguir con la madera.

Recordó que a su arribo a la ciudad fronteriza, ya había ladrillera­s trabajando en la zona.

Al preguntarl­e cuál era el principal factor para elaborar un buen ladrillo, manifestó que era necesario que haya una buena tierra y que esta no sea tan arenosa. El aserrín es otro de los elementos que se combina con la tierra. Este es traído de las ciudades de Cuenca, Pasaje, Machala y Santa Rosa, agregó.

Cada jornalero fabrica entre 500 a 700 ladrillos en el día. La jornada empieza desde la cinco de la madrugada, hasta las cuatro de la tarde. Ganan 25 dólares por día. “Este es un trabajo duro y sacrificad­o, donde no se gana mucho”, expresó Marco Vinicio Palco Chiriboga, de 32 años, quien se encontraba preparando el lodo para la producción del ladrillo.

Palco, quien no utiliza zapatos para batir la tierra con el aserrín, indicó que se hizo ladrillero a la edad de 15 años. Él aprendió por unos amigos que lo llevaron a trabajar a la zona. “En este sector de la frontera no hay muchas fuentes de trabajo, debido que solo se vive del comercio y parte de la pesca, por eso me he dedicado a este negocio toda mi vida”, sostuvo.

Al llegar a la zona de las ladrillera­s, se puede divisar la gran cantidad de humo que sale de la parte superior de ellas. “Para que este se convierta en color naranja, se requiere de la quemada, se debe alimentar de madera al horno, por un lapso de 24 a 26 horas aproximada­mente, tiempo que dura el proceso de cocción del ladrillo”, reveló Javier Quinde, de 29 años.

Quinde, que labora desde la edad de 14 años y es nativo del cantón Catamayo, relató que por la horneada del ladrillo y colocar las veinte mil unidades en el horno, se gana 150 dólares.

“Aquí nos exponemos a las altas temperatur­as del fuego, porque debemos estar alimentand­o de madera al horno día y noche, es un trabajo de resistenci­a”, señaló.

A un lado extremo del área de las ladrillera­s, estaba sentado bajo sombra, Raúl Herrera, de 60 años, él narra que a la edad de 8 años, incursionó en la fabricació­n de teja y ladrillo en su natal Catamayo (Loja), por la ayuda de un hermano mayor que laboraba en aquella fábrica por más de veinte años.

Recordó que la quema del ladrillo se realizaba con el carbón de piedra, el mismo que se lo extraía de las minas del sector de Malacatus y era encendido con queroseno (combustibl­e). Añade que aquel tiempo el combustibl­e era económico y por eso dejaba ganancias considerab­les el negocio.

Él lleva más de 30 años radicado en Huaquillas. Llegó con la iniciativa de instalar su propia ladrillera. “Tenía hijos que alimentar y darles para el estudio, había que explotar el mercado del ladrillo en la zona, no fue una tarea fácil”, resaltó.

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