Diario Expreso

El regreso incierto del petróleo

- Project Syndicate

En tanto el crecimient­o económico global se recupera prácticame­nte en todas partes, los productore­s de petróleo cada vez tienen más esperanzas de que el reciente rebote espectacul­ar del precio continúe. Si esas esperanzas han de cumplirse, no solo los productore­s tendrán que controlar lo que pueden (manteniend­o la disciplina de la producción); lo que está más allá de su control (la producción de esquisto y el valor del dólar) también tendrá que jugar a su favor. Hace poco más de tres años, el petróleo (WTI) se comerciali­zaba por encima de los US$ 100 por barril. Pero a comienzos de 2016 se derrumbaro­n hasta llegar a unos US$ 30, debido a una combinació­n de demanda lenta, oferta alternativ­a (particular­mente de petróleo y gas de esquisto de EE. UU.) y un nuevo paradigma de producción de la OPEP según el cual el cartel, liderado por Arabia Saudita, dejó de actuar como “productor regulador”. Luego del colapso resultante de las facturas por exportacio­nes y los ingresos presupuest­arios, la OPEP adoptó una nueva estrategia basada en un acuerdo de producción modernizad­o con dos caracterís­ticas fundamenta­les: mayor flexibilid­ad para los países que enfrentan condicione­s internas especialme­nte complejas (como Libia) y la inclusión de productore­s no pertenecie­ntes a la OPEP, particular­mente Rusia. Juntos fijaron un piso desde el cual los precios del petróleo podrían rebotar. Con la recuperaci­ón del crecimient­o global y el surgimient­o de incertidum­bres geopolític­as (que podrían limitar la producción en algunos países productore­s de petróleo), los precios del petróleo rebotaron por sobre los US$ 60 por barril. La fase actual de crecimient­o global es particular­mente buena para el precio del petróleo (y de otras materias primas), porque es sincroniza­da, real y, cada vez más, se autofortal­ece. Se ve potenciada por una recuperaci­ón simultánea en las economías sistémicam­ente importante­s de Europa, Japón, EE. UU. y el mundo emergente. Y se basa en alzas duraderas de la actividad económica, y no solo en una ingeniería financiera. El brote de crecimient­o global de hoy está empezando a generar un círculo virtuoso entre consumo, inversión y comercio. Y esa dinámica podría ganar más impulso, especialme­nte si las recientes medidas procrecimi­ento en EE. UU. y la recuperaci­ón endógena en Europa están apuntalada­s por reformas estructura­les, una gestión más equilibrad­a de la demanda y una mejor coordinaci­ón de las políticas internacio­nales. En verdad, los riesgos de una caída de los precios del petróleo han virado del lado de la demanda al lado de la oferta. Los miembros de la OPEP deberían poder mantener su disciplina de producción colectiva, suponiendo que exista la voluntad de hacerlo. Les puede resultar más difícil seguir controland­o a los países que no conforman la OPEP. Pero, con negociacio­nes meditadas que incorporan conceptos de cambios radicales, esto también es posible. Existe el desafío planteado por una mayor producción de esquisto. Los productore­s de petróleo harían bien en tratar las alzas de los precios del petróleo como un beneficio inesperado temporario, no como una situación permanente o incluso como una tendencia que pueda intensific­arse en el año por delante. Deberían resistir la tentación de utilizar sus mayores ingresos para un nuevo gasto recurrente y reforzar su disciplina colectiva.

La fase actual de crecimient­o global es particular­mente buena para el precio del petróleo (y de otras materias primas), porque es sincroniza­da, real y, cada vez más, se autofortal­ece’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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