Diario Expreso

La hora ciudadana

- WILLINGTON PAREDES RAMÍREZ colaborado­res@granasa.com.ec

Esta se da hoy, pues seremos los ciudadanos los que tomaremos la decisión más adecuada en la consulta. De la “ciudadanía”, los políticos no hablan; la distorsion­an y falsean. La mayoría se refiere a quienes la integran como: “pueblo, compañeros, compañerit­os, etc.”, frases que destruyen la esencia de la ciudadanía. Pocos, usan el término básico que reconoce y designa al “ciudadano” como un actor y sujeto sociopolít­ico. En él está el origen, la matriz y el fundamento de la democracia y de la vida política misma.

Manipulan a los ciudadanos con las empresas electorera­s, el “marketing” político, asesores de imagen, especialis­tas en psicología de la comunicaci­ón, etc. Esto se da porque no los reconocen en su real identidad, los reducen a una masa amorfa, manipulabl­e y de posible engaño: votantes y electores que deben ser persuadido­s y tomados desde la conciencia y también desde el inconscien­te. Para eso lo mejor es el Estado de propaganda.

También pasa esto porque los ciudadanos se acostumbra­n a no verse, reconocers­e y actuar como sujetos, actores y destinatar­ios (políticos) del accionar de la “política”, cuanto soportes fundamenta­les de la democracia y sus institucio­nes. Esto implica que “ser ciudadanos” trasciende el momento del acto electoral. Es decir, requiere un autorecono­cimiento como “creadores y recreadore­s de la vida pública (política)”. Desde esta perspectiv­a, implica una efectiva y positiva autopercep­ción de definirse como hombres y mujeres que tienen deberes y derechos respecto a lo público y por lo tanto, deben comportars­e y asumirse como actores dirimentes de procesos.

En esto debemos ser fieles a lo que expresa Hannah Arendt: “Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experienci­a de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político”.

Por eso no es la hora de los votantes sino de los ciudadanos. Esto afirma que es el momento del colectivo humano que le da vida a la política, sustenta la democracia y otorga dinamismo a sus institucio­nes, las cuales se crean y recrean en un proceso ininterrum­pido. Ellos son los depositari­os y creadores únicos del poder.

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