¿Nuevos rumbos?
EDITORIAL
Los ecuatorianos demandamos doblar la página. Estamos conscientes de haber perdido una oportunidad excepcionalmente favorable, pero con recriminaciones no salimos adelante como nación. Lo que sí se requiere es pensamiento fresco, visiones renovadas, gente proba, cultura política proactiva, conocimiento y aceptación del mundo contemporáneo, y la libertad necesaria para ejercer nuestra propia iniciativa en los campos del quehacer humano, fuere produciendo, creando o consumiendo.
Al presidente le toca tomar la batuta al igual que lo hace un director de orquesta, advirtiendo que la perfección de la sinfonía reside en cada músico y en la maestría de ejecución de su instrumento. No debemos, sin em- bargo, esperar que las inspiraciones vengan del Gobierno hacia los ciudadanos, y antes bien insistimos en que debe mantenerse una interacción creativa para así poder edificar el país que queremos.
La dirección está trazada. Se necesita pasar de un Estado obeso e intrusivo, a uno ágil y eficaz. Superar la economía de trabas. Evolucionar desde la desconfianza hacia el trabajo conjunto. Abandonar las pretensiones de ser autárquicos y vincularnos con el mundo. Mantener una política externa que sirva los intereses del país, y no los compromisos políticos. Refundar la democracia bajo la vigencia de tres poderes controlados y mutuamente equilibrados. Terminar con los experimentos sociales. Inaugurar la administración de justicia que nos merecemos y que nos
Para que estas propuestas trasciendan el plano de lo retórico es necesario plantar las semillas de la verdadera revolución: una de renovada cultura política’.
ubique entre los países civilizados. Dar la seguridad jurídica al capital interno y externo. Y, por sobre todo, restaurar el ejercicio de la libertad.
Para que estas propuestas trasciendan el plano de lo retórico es necesario plantar las semillas de la verdadera revolución: una de renovada cultura política. ¿Es acaso un cambio de mentalidad lo que se requiere? La respuesta es afirmativa. Los nuevos rumbos los pide la nación y en la organización política existente son los gobiernos los que se encargan de interpretar acertadamente y ejecutar el sentir colectivo. Quedamos a la expectativa de que, transcurrida la fase inicial de un gobierno, apuntemos la brújula en la dirección debida: esto es, dejando el pasado atrás, y marchando con paso cierto al futuro.