Costa Rica votó bajo presiones religiosas y de la economía
Cinco partidos, en pugna por sustituir al presidente Luis Guillermo Solís
Costa Rica celebró ayer las elecciones nacionales más confusas del siglo con un solo pronóstico claro: es muy probable que el debate entre los partidos políticos debilitados, en medio de la inquietud por una crisis fiscal y la exacerbación máxima del conservadurismo cristiano, se prolongue a una segunda vuelta.
Tras cuatro meses de campaña, calificada por los estudiosos como una montaña rusa, la democracia más longeva de América Latina acudió a las urnas con dudas sobre las posibilidades de triunfo de cinco candidatos presidenciales y sobre los ocupantes de los 57 escaños legislativos que están en juego para el período 2018-2022.
La expectativa del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), hasta el cierre de esta edición, era tener claridad sobre los resultados preliminares al final del día, como es usual.
El voto se esperaba que esté marcado por la exacerbación del sentimiento religioso y, aunque con menos peso en la campaña, por la asfixiante situación financiera del Estado, que cada día se agrava sin que los partidos políticos logren encontrar acuerdos para recortar el gasto público.
Todo esto, en medio de un cambio del terreno político que potencia a los candidatos que son hábiles para captar a un sector popular que simpatiza con las actitudes conservadoras, antipartidistas y de mano dura.