La piscina municipal
Alguien pensará que se trataba de un espacio inútil, que no tenía ningún valor arquitectónico o histórico, que significaba un estorbo para el progreso de la ciudad o que era imprescindible para poder ubicar la nueva estación de la Aerovía. Con esos pobres argumentos nos volvemos cómplices de la pérdida de testimonios de nuestro pasado y vemos impasibles como día a día Guayaquil se queda sin gran parte de su patrimonio arquitectónico. Me refiero a la demolición de la antigua piscina municipal del Malecón.
A inicios del siglo XX algunas conquistas sociales, como un nuevo régimen laboral diario de ocho horas, permitieron que empiecen a surgir cambios en la sensibilidad y en la necesidad de un modo de vivir moderno, que se expresó en la moda, en el cultivo del tiempo libre y en la práctica deportiva, por lo que se construyeron espacios adecuados para ese fin.
Se potenció la práctica del deporte con instalaciones para béisbol, tenis, críquet, básquetbol, pelota vasca, equitación, patinaje y tiro al blanco, aunque era el fútbol el que concentraba la mayor cantidad de espectadores. Entre los deportes que surgieron estuvo también la natación. En ese contexto se diseñó y construyó en 1928 la primera piscina pública de la ciudad planificada por la Municipalidad.
En ella, aunque no tenía las dimensiones reglamentarias (solo 30 metros de longitud), se entrenaron Luis Alcívar Elizalde, Ricardo Planas Villegas, Carlos Luis y Abel Gilbert Vásconez, los cuatro mosqueteros del Guayas, quienes en 1938 triunfaron en Lima en el Campeonato Sudamericano
En ese contexto se diseñó y construyó en 1928 la primera piscina pública de la ciudad planificada por la Municipalidad’.
de Natación.
En ese lugar trabajó como administrador de la boletería Joaquín Gallegos Lara, una de las glorias de nuestra literatura, luego de la revolución del 28 de Mayo de 1944, el mismo año en que había sido premiado por la Municipalidad de Guayaquil por sus méritos literarios.
¿Es imprescindible su derrocamiento? ¿No hay otro lugar donde construir esa estación? ¿No será posible, al menos, conservar su hermosa fachada? Muchas preguntas, pocas respuestas.