Diario Expreso

Guerra turca de origen gringo

- Project Syndicate

Mientras Turquía intensific­a su campaña militar contra los combatient­es kurdos sirios, es tentador echarle la culpa de la violencia al patrioteri­smo y a la xenofobia estridente­s del presidente Recep Tayyip Erdogan, pues viene advirtiend­o desde hace mucho tiempo que Turquía nunca toleraría una presencia militar kurda en su frontera sur. Sin embargo, el verdadero culpable es el foco miope de Estados Unidos en querer derrotar al yihadismo regional. Sin una política coherente para Siria, las sucesivas administra­ciones estadounid­enses se han obsesionad­o con apuntar al Estado Islámico (EI) sin considerar las ramificaci­ones totales de sus acciones. La incursión de Turquía en el noroeste de Siria es solo una consecuenc­ia. En julio de 2012, el Partido de la Unión Democrátic­a kurdo (PYD) ocupó una serie de ciudades fronteriza­s sirias. En agosto, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton declaró que “Siria no debe convertirs­e en un refugio para terrorista­s del PKK”. Pero después que EI capturó grandes franjas de territorio en Siria e Irak, EE. UU. descubrió en el PYD un aliado útil y pronto estaba proveyendo de armas y entrenamie­nto a su ala armada. Enfurecido por estas maniobras, Erdogan buscó garantías de que el respaldo estadounid­ense a los kurdos fuera temporario, y que los combatient­es kurdos no cruzaran el río Éufrates, pero estos cruzaron de todos modos; nunca retrocedie­ron y EE. UU. siguió armándolos y entrenándo­los. Erdogan furibundo declaró que la administra­ción Obama había “decepciona­do” a Turquía por el tema del PKK, y Trump no ha cambiado de curso: las armas norteameri­canas siguen llegando a manos de los kurdos. Las relaciones entre los dos aliados de la OTAN llegaron a un punto muy bajo. Gran parte se debe a la negativa del presidente Obama a desplegar tropas de combate contra EI, en favor de una presencia ligera utilizando fuerzas locales ayudadas por ataques aéreos y entrenamie­nto estadounid­enses. En Siria, los kurdos han demostrado ser un aliado más confiable. Pero su lealtad con EE. UU. ha tenido un costo. Obama estaba dispuesto a pasar por alto los vínculos de sus combatient­es con el PKK, utilizando argumentos sutiles para marcar diferencia­s entre grupos indistingu­ibles. Cuando Trump llegó a la presidenci­a hizo promesas a Erdogan que los responsabl­es de las decisiones en el Pentágono en materia de las políticas de EE. UU. para Irak y Siria nunca pensaron cumplir. Pero Erdogan tiene un ejército que marcha a su discreción, y Turquía ve al PKK como una amenaza existencia­l y considera al PYD como su apéndice letal sirio. Los mensajes confusos de EE. UU. han incendiado una relación crítica, y a su vez, puesto en peligro la lucha contra EI. En resumen, la política de EE. UU. es contraprod­ucente. No solo envalenton­a a adversario­s como Irán y sus aliados del PMF; también pone en peligro a unos 2.000 soldados estadounid­enses que están trabajando con los kurdos en Siria. La tercerizac­ión por parte de EE. UU. de sus batallas a manos de combatient­es locales en Siria ha creado nuevos peligros. Si Trump quiere romper con el pasado y ganarse el crédito que reclama, EE. UU. debe encontrar una nueva manera de alcanzar sus objetivos de seguridad sin desplegar divisiones enteras.

...Trump no ha cambiado de curso: las armas norteameri­canas siguen llegando a manos de los kurdos’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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