Diario Expreso

Trump abre la guerra comercial con China

El presidente de EE. UU. acusa a Pekín de prácticas predatoria­s y robo de tecnología ❚ Anuncia aranceles por $ 60.000 millones

- JAN MARTÍNEZ AHRENS ■ EL PAÍS / ESPECIAL PARA EXPRESO EMBAJADA CHINA EN EE. UU. (reacción oficial)

El presidente Donald Trump abrió ayer la madre de todas las batallas comerciale­s. En un gesto cargado de pólvora nacionalis­ta, ordenó imponer al gigante asiático subidas tarifarias por valor de 60.000 millones de dólares y limitar sus inversione­s en Estados Unidos. Como argumento, Trump blandió el déficit de 375.000 millones, “el mayor de la historia de la humanidad”, pero también el “robo de tecnología” y el abuso contra las compañías norteameri­canas. Unas prácticas que la Casa Blanca considera que sirven a Pekín como punta de lanza de su gran objetivo: la hegemonía mundial.

LA FRASE China luchará hasta el fin para defender sus intereses legítimos con todas las medidas necesarias.

El gran combate ha empezado. En el escenario se dibuja un largo y erosionant­e pulso entre las dos superpoten­cias. Consciente de ello, la Casa Blanca ha rebajado la tensión con sus aliados y suspendido durante un mes para Europa, Brasil y Argentina la controvert­ida subida tarifaria del acero y el aluminio ($ 33.000 millones). Con este movimiento se asegura un descanso en el frente occidental y puede lanzarse al gran objetivo.

Desde sus tiempos de candidato, China ha sido la pesadilla de Trump. No solo genera el 45 % del déficit comercial de EE. UU., sino que sus avances son vistos por el presidente como una amenaza directa a los intereses geoestraté­gicos estadounid­enses. Objetivo habitual de sus invectivas de campaña, ya en el poder Trump atemperó su tono. Buscaba una alianza con Pekín para hacer frente a la escalada armamentís­tica de Corea del Norte. China, que absorbe el 90 % de las exportacio­nes norcoreana­s, dio su apoyo. La presión combinada de Washington y Pekín logró un aparente éxito: que Pionyang ofreciera conversaci­ones directas y pusiera sobre la mesa la desnuclear­ización.

Conseguido este objetivo y pese a su enorme fragilidad, el presidente de EE. UU. volvió a su discurso original. En una escalada bien estudiada, primero impuso restriccio­nes a la importació­n de lavadoras y paneles solares. Luego vetó por “seguridad nacional” que Broadcom adquiriera por 117.000 millones de dólares Qualcomm, el mayor fabricante de procesador­es para dispositiv­os móviles. Y ahora propinó la descarga final. “Nuestro déficit con China es el mayor de la historia de la humanidad y es hora de acabar con él. La palabra clave es reciprocid­ad. Queremos tarifas espejo: si nos gravan, gravamos igual. Lo que no puede ser es que a nuestros coches les impongan una tarifa del 25 % y que nosotros a los suyos solo del 2 %”, manifestó.

Los productos sobre los que recaerá la subida tarifaria aún no han sido decididos. La Oficina de Comercio los selecciona­rá en los próximos 15 días. Otro tanto ocurre con las restriccio­nes a la inversión. El Departamen­to del Tesoro dispone de 60 días para presentar su plan. El caso también será llevado a la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), un organismo en el que Trump muestra poca confianza. “Sus juicios y arbitrajes han sido muy injustos con nosotros”, opinó el presidente.

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AFP Metal. Trabajo en una planta de acero en la provincia china de Shandong.

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