Días de prueba
Sean como sean las cosas, mantengo un criterio antes expuesto: es la hora de la unidad nacional. Tenemos que amalgamarnos al rededor del Gobierno nacional, pero el Gobierno tiene que guardar reciprocidad con su pueblo y proceder en consecuencia, despejando de su entorno a todo aquel funcionario que no juzgue apto para enfrentar las nuevas circunstancias, por ideología o por no contar con las capacidades técnicas, y sobre todo humanas, ahora requeridas.
Parece imprescindible que la unidad que se plantea como indispensable tenga como consecuencia la conformación de un gobierno de concertación nacional, que incorpore a todas las fuerzas políticas del Ecuador, con la participación de sus mejores cuadros.
Nunca como hoy se requiere del esfuerzo común, y ojalá la sensibilidad patriótica de los ciudadanos más idóneos esté lista y dispuesta a colaborar en la gran minga requerida para garantizar la construcción de un porvenir en paz y en desarrollo.
Por lo demás, nada podrá servir de consuelo a los familiares de las víctimas pero, ojalá, el tener certeza de que el sacrificio de sus deudos, héroes de la libertad de expresión, no será en vano, sirva de bálsamo que alivie un dolor que bien sabemos es hondo y permanente, pero a la vez estímulo para en homenaje a los sacrificados, no bajar la guardia en la lucha contra el crimen organizado, cualquiera que sea la máscara con la que se lo pretenda encubrir.
Finalmente, queda claro en la mente y en el corazón de los ecuatorianos lo que la perversidad, el fanatismo político y la ambición desaforada por el enriquecimiento rápido han logrado producir. Quienes
Templanza. Arriba los corazones’.
están involucrados con esa responsabilidad bien harían en al menos callar y con el ápice de vergüenza que pueda quedarles, pedir perdón a la República por los daños que le han causado y alejarse de la política para siempre. El colmo sería que ahora traten de aprovecharse de los sucesos de los cuales son, precisamente, los claros responsables. Bien los sabemos cínicos y capaces de intentarlo. Por ello, pese al dolor que siente la nación, la lucha contra la corrupción y la impunidad no puede cesar. La sanción será consuelo.