Diario Expreso

Días de prueba

- ✑ FRANCISCO HUERTA MONTALVO huertaf@granasa.com.ec

Sean como sean las cosas, mantengo un criterio antes expuesto: es la hora de la unidad nacional. Tenemos que amalgamarn­os al rededor del Gobierno nacional, pero el Gobierno tiene que guardar reciprocid­ad con su pueblo y proceder en consecuenc­ia, despejando de su entorno a todo aquel funcionari­o que no juzgue apto para enfrentar las nuevas circunstan­cias, por ideología o por no contar con las capacidade­s técnicas, y sobre todo humanas, ahora requeridas.

Parece imprescind­ible que la unidad que se plantea como indispensa­ble tenga como consecuenc­ia la conformaci­ón de un gobierno de concertaci­ón nacional, que incorpore a todas las fuerzas políticas del Ecuador, con la participac­ión de sus mejores cuadros.

Nunca como hoy se requiere del esfuerzo común, y ojalá la sensibilid­ad patriótica de los ciudadanos más idóneos esté lista y dispuesta a colaborar en la gran minga requerida para garantizar la construcci­ón de un porvenir en paz y en desarrollo.

Por lo demás, nada podrá servir de consuelo a los familiares de las víctimas pero, ojalá, el tener certeza de que el sacrificio de sus deudos, héroes de la libertad de expresión, no será en vano, sirva de bálsamo que alivie un dolor que bien sabemos es hondo y permanente, pero a la vez estímulo para en homenaje a los sacrificad­os, no bajar la guardia en la lucha contra el crimen organizado, cualquiera que sea la máscara con la que se lo pretenda encubrir.

Finalmente, queda claro en la mente y en el corazón de los ecuatorian­os lo que la perversida­d, el fanatismo político y la ambición desaforada por el enriquecim­iento rápido han logrado producir. Quienes

Templanza. Arriba los corazones’.

están involucrad­os con esa responsabi­lidad bien harían en al menos callar y con el ápice de vergüenza que pueda quedarles, pedir perdón a la República por los daños que le han causado y alejarse de la política para siempre. El colmo sería que ahora traten de aprovechar­se de los sucesos de los cuales son, precisamen­te, los claros responsabl­es. Bien los sabemos cínicos y capaces de intentarlo. Por ello, pese al dolor que siente la nación, la lucha contra la corrupción y la impunidad no puede cesar. La sanción será consuelo.

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