Descender al abismo
EDITORIAL
Las nefastas secuelas del gobierno del economista Correa nos acompañarán por mucho tiempo. Volvemos a ser lo que dejamos de ser: un país endeudado y vulnerable, y ahora somos lo que antes no fuimos: un país de violencia y terrorismo en el que se derrama sangre de ecuatorianos inocentes.
Recibimos con una mezcla de tristeza e indignación la noticia de la ejecución de tres periodistas tomados prisioneros por las FARC. Por esas mismas FARC que financiaron campañas, y que recibieron refugio en nuestro territorio al cual hoy utilizan como base para sus operaciones de narcotráfico junto a los carteles mexicanos de la droga. Están presentes en la memoria colectiva los rostros de los personeros de gobierno que intimaron con quienes el propio presidente Correa rehusó llamar grupo terrorista, refiriéndose a ellos, eufemísticamente, como “grupo irregular”. Ahí están las secuelas, somos lo que no éramos, y sentimos la impotencia de sabernos inermes frente a la barbarie, pues fue política de Estado la de desmantelar la institucionalidad de las Fuerzas Armadas y de Relaciones Exteriores para alinearnos con los modelos de gestión de Cuba y Venezuela.
Y hay angustia por volver a ser lo que dejamos de ser. La irresponsabilidad que rayó en negligencia culposa en el manejo fiscal nos condena ahora a vivir en la penumbra económica por la próxima década. Nos fastidia saber que los presupuestos son documentos inútiles de gestiones y promesas que jamás serán cumplidas. Que llegamos al año de gobierno sin un sentido de dirección
Está pasada la hora, hay que dar golpes de timón y no de efecto, inyectar una dosis masiva de esperanza, y aplicar mano dura e implacable contra el terrorismo antes de que tengamos que lamentar aún más pérdidas materiales y de inocentes’.
económica como país; y que ya empezó el sacrificio de toda una nueva generación que todavía no llega a entender qué es lo que ha pasado. Cuando el servicio de la deuda pública excede el 30 % del presupuesto, sabemos que no hay expectativa de crecimiento y generación de empleo en las magnitudes requeridas para aspirar a mejores días.
Los responsables siguen gozando de impunidad, y los actores del pasado siguen entonando sus canciones al Che Guevara y a la promesa del socialismo. Son los responsables de las oportunidades perdidas. Está pasada la hora, hay que dar golpes de timón y no de efecto, inyectar una dosis masiva de esperanza, y aplicar mano dura e implacable contra el terrorismo antes de que tengamos que lamentar aún más pérdidas materiales y de inocentes.