Mayo y universidades
Mes de significación social y académica. Momentos históricos que marcan los mayos: francés (1968) y Guayaquil (1969). En estos eventos la clase media estudiantil abrió procesos de readecuaciones y cambios. El de 1968 fue el desborde de jóvenes contra la burocracia comunista y la rigidez ortodoxa liberal que no comprendieron los nuevos tiempos, manteniendo petrificadas estructuras académicas. El mayo ecuatoriano ubica y señala la lucha justa y reivindicativa de la pequeña burguesía urbana por el libre ingreso a la universidad, sin los obstáculos del “discriminatorio examen de ingreso”. El de 1968 se regó por el mundo. Dio lugar a cambios del ser-hacer universitario. El de 1969 produjo una irresponsable masificación. Implicó un proceso de amnesia y omisión de lo que es, y del sentido y del rol de la universidad, la racionalidad científica-técnica de la sociedad, la cultura, la democracia y los valores básicos del mundo occidental. Aunque se cuestionaron rígidas estructuras académicas, no se potenciaron ni se revalorizaron la racionalidad y la profundidad del pensamiento universitario, el cual se hizo rígido y dogmático. Las universidades no fueron recreadas como sedes preferenciales de la razón, de la cultura nacional y planetaria, de la ciencia y la tecnología. Por eso hoy -y más todavía en la década robadalos centros de educación superior se han convertido en panteones fríos, en los que aún se adoran muertos que se niegan a ser enterrados (Marx, Smith, Hayek, Lenin, Stalin, etc.). Grave y peligroso ha resultado para Ecuador ese deterioro y ese “retiro y silencio estratégico”. (¿?) En Francia se instauró un pragmatismo oportunista y acartonado. En Ecuador, la mudez y la complicidad de las autoridades en el correato, por temor. La cohabitación con el régimen autoritario y el grupo de mafiosos PHD, les quitó autonomía a las universidades, las empobreció e impuso un sistema de selección segregacionista y excluyente. Fue una burda canallada que se han ensañado contra los aspirantes a la educación superior y que devino en un retroceso histórico al ayer de 1969.
Hay que repensar esto y con la razón crítica preguntarnos cuál es el destino de las universidades públicas. Pero tal tarea requiere autonomía, solvencia académica y recuperación ética y moral.