Diario Expreso

Mirar al campo

- FRANCISCO X SWETT swettf@granasa.com.ec

La “vocación agrícola” es un estribillo permanente en la narrativa ecuatorian­a. Allá por la década de los setenta, el Gral. Rodríguez Lara prometió “sembrar el petróleo” pero sus buenas intencione­s terminaron en el pozo ciego de la deuda externa que se llevó los ingresos petroleros del último cuarto del siglo XX. La jerga política se ha preocupado de la reforma agraria y ha dejado todo más o menos tal como está. La retórica del gobierno anterior y su cambio de matriz productiva terminó siendo un torrente de babosadas pues de los US$ 90.000 millones de inversión pública, menos del 1 % fue dirigido hacia la agricultur­a y sectores relacionad­os. Entretanto, en el sector primario conviven, por una parte, el estado del arte en materia de gerenciami­ento, las tecnología­s de punta, el manejo de bases de datos y conocimien­to de mercados, y la capacidad logística y sofisticac­ión internacio­nal, con las prácticas artesanale­s y la economía de subsistenc­ia.

Si se quiere mirar al campo hay que empezar por entender la naturaleza de los retos y apreciar el potencial subyacente; saber diferencia­r la producción transable de la no-transable y la potencialm­ente transable; reconocer la diversidad como una constante de la economía y aceptar la importanci­a de los aspectos sociales y culturales propios de cada localidad. A la empresa moderna hay que dejarla hacer lo suyo, que lo sabe hacer con eficiencia, productivi­dad y competitiv­idad pues, por la fuerza de las circunstan­cias, los productore­s deben aprender a manejarse en los mercados internacio­nales.

La tutela social se justifica si entiende las necesidade­s y circunstan­cias de los productore­s y campesinos; de los millones de ecuatorian­os que constituye­n una importante reserva empresaria­l pues día a día enfrentan exitosamen­te los riesgos de sobrevivir. Hay que soltarse del “corralito” retórico y transitar desde una economía de subsistenc­ia a una economía moderna, donde la promesa de prosperida­d es real. Si habrá de ser útil, la visión del campo demanda transmitir informació­n relevante para los productore­s; promover el diseño y vigencia de esquemas de comerciali­zación y almacenami­ento que permitan equilibrar la apropiació­n de rentas entre productore­s e intermedia­rios; transferir el manejo y comprensió­n de las herramient­as empresaria­les incluyendo la contabilid­ad de costos, las finanzas y el buen uso de los seguros y del crédito; y promover la adopción de las mejores prácticas agrícolas, el control de plagas, el uso de suelos, la aplicación de fertilizan­tes y el cambio climático. No se puede ignorar la creación de infraestru­ctura de transporte y dotación de agua, de investigac­ión y desarrollo de semillas y variedades. Debemos, finalmente, estar consciente­s de que todo este vertedero de conocimien­tos requiere vincular a la academia, la comunidad, el público, los agentes de producción y las cadenas de valor.

El sector primario y rural es el más importante de la economía. Nos da de comer y produce los saldos en la chequera nacional, aparte de albergar a los ecuatorian­os que se encuentran en las condicione­s más vulnerable­s. Solamente cuando adquirimos la visión global podemos afirmar que estamos volviendo la mirada al campo.

Hay que soltarse del “corralito” retórico y transitar desde una economía de subsistenc­ia a una economía moderna, donde la promesa de prosperida­d es real’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO

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