París-praga-méxico 1968
Apartir de la segunda posguerra, desde 1945, en Occidente y Japón por parte de las potencias “ganadoras” se impulsó una propuesta de desarrollo que perduró más de dos décadas, basada en el modelo del welfare state (estado de bienestar) y consumista, de democracia controlada liberal, en un contexto del enfrentamiento de las fronteras ideológicas que impulsaba la “guerra fría” entre las dos superpotencias (EE.UU. y URSS), que logró altas tasas de crecimiento y de bienestar material pero en un sistema represivo y de control social, que como consecuencia trajo las luchas clasistas nacionales y los procesos de descolonización en África y Asia.
Este escenario provocó, en los países del norte, de gran desarrollo capitalista, demandas por parte de sus juventudes que habían sido altamente preteridas y sometidas a arcaicas instituciones, dominantes y autoritarias, que provenían del siglo XIX y que no estaban al tanto de las demandas sociales. Los vencedores de la guerra contra el fascismo cambiaron las bases materiales de la sociedad pero no su patrón de funcionamiento, basado en la explotación y el pillaje, y tampoco nada en lo relacionado con la mentalidad y en los contenidos de sus viejas instituciones, lo que era reclamado por su gran intelectualidad, juventudes y segmentos laboriosos.
Pero todo esto no solo era una demanda del norte capitalista, sino que también era reclamado por los países del bloque del socialismo real, de Europa del este, sometido al control de los tanques soviéticos y de la burocracia autoritaria y totalitaria estalinista como sucedió en Praga. Como también se produjo en México frente a la oprobiosa dictadura “constitucional” y fraudulenta del PRI, existente desde los años 30, como un rescoldo repudiable de una revolución inconclusa y traicionada.
En las tres latitudes señaladas primó la lucha por parte de sus juventudes contra los valores ultrajados e ignorados por las generaciones anteriores y el establisment, sobornadas por el consumismo y la comodidad burguesa; como por el anacronismo revisionista y la perpetuación corrupta y represiva del poder del Estado autoritario y gendarme.