Diario Expreso

LOS EXPERTOS

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Coinciden en la idea de que aquellos barrios donde hay liderazgo y comités vecinales, son más unidos porque los vecinos se sienten escuchados, respaldado­s, fuertes.

Para el urbanista Mijail Castillo este fenómeno está influencia­do por la vida moderna y los procesos de urbanizaci­ón que atraviesa la ciudad. Es decir, que los puntos comerciale­s y de desarrollo social se concentran en zonas determinad­as, lo que obliga a los moradores de ciertos sectores a trasladars­e a esos grandes barrios a satisfacer sus necesidade­s.

“Además, la convivenci­a entre los residentes se ve opacada por situacione­s que ocurren dentro del mismo sector, entre ellos la delincuenc­ia y la falta de espacios de integració­n barrial. Esto provoca que las personas decidan establecer su ‘diario vivir’ dentro de sus mismos hogares y se produzca un aislamient­o”, explica Castillo.

La migración interna de barrio a barrio también provoca una desconexió­n entre vecinos. Ese es el caso de Paúl Méndez, un joven morador de Samanes 6. “Yo llegué acá cuando era pequeño y tenía varios amigos. Pero poco a poco, con el transcurso del tiempo, ellos se fueron. Ahora hay nuevas personas y no las conozco. Las saludo por cortesía”, cuenta.

La situación se percibe además en otras ciudadelas como La Garzota, ciertas etapas de la Alborada y Sauces, Los Álamos, El Cóndor, Nueve de Octubre y el tradiciona­l barrio Centenario, en donde por falta de interés, a decir de los residentes, no hay siquiera un comité barrial.

La gente se ignora, la buena relación queda en anécdotas, explica el psicólogo José Salinas, porque las nuevas tendencias que incluyen los excesos en tecnología­y los estilos de vida han dificultad­o la coexistenc­ia, a tal punto que, la indiferenc­ia ha tomado el lugar del interés, dejando de lado la confianza.

“Ahora la gente trabaja más que antes y tiende a ser más individual­ista para proteger lo suyo: su familia”. Es más precavida: sabe que está rodeada de violencia, no se siente segura y por ello se encierra en casa.

Se ha vuelto tan desconfiad­a, agrega el también especialis­ta Paúl Palacios, que ha dejado perder su fuente más grande de ayuda, los vecinos.

“Antes cuando uno se iba de viaje tenía quien le chequee la casa. Hoy nada de eso es posible porque incluso no se tiene algo tan básico como su número de teléfono o nombre…”. Johanna Robles, de la ciudadela Álamos Norte, lo reconoce. “Tengo cientos de amigos en Whatsapp, pero aquí no tengo a nadie. De hecho no sé como se llama la señora de la tienda que me vende hace 10 años. Es increíble, nunca lo había pensado”, lamenta.

Para el sociólogo guayaquile­ño Andrés Martínez, quien coincide con los expertos, el hecho de ser ajeno a todo lo que ocurre a nuestro alrededor ha evitado también que los valores o íconos de una comunidad se mantengan. “En casa ya no se habla de los personajes que, por ejemplo, vivieron, edificaron o lucharon por ese barrio. Y más aún, a ese tipo de hazañas ya no se le da importanci­a que merecen”, explica.

El urbanista Castillo menciona que es el Municipio el llamado a equipar a los barrios de la infraestru­ctura necesaria (deportiva, educativa y cultural) para incentivar la generación de actividade­s. “Es necesario desarrolla­r una sociedad activa a toda hora y así mitigar los problemas sociales comunes como la delincuenc­ia”. El resto de especialis­tas, por su parte recomienda dar el primer paso a crear una amistad con quienes integran el entorno. Y no solo por seguridad, sino para armar frentes comunes que hagan de su espacio un lugar de paz. Con vida.

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FREDDY RODRÍGUEZ / EXPRESO Encierro. Debido a la insegurida­d, barrios enteros han decidido cerrar sus ingresos con rejas.

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