Diario Expreso

Jalkh logró enervar a Trujillo

Con estudiada resignació­n, Gustavo Jalkh acudió al CPCCS-T como oveja al matadero ❚ El presidente de la Judicatura no se fue sin armar un último berrinche

- ROBERTO AGUILAR aguilarr@granasa.com.ec ■ QUITO

De un día para otro, Gustavo Jalkh cambió de registro y hasta de apariencia. La víspera, cuando fue llamado a rendir cuentas por la Comisión de Control Político de la Asamblea, iba encorsetad­o en el estricto traje oscuro de un funcionari­o entre sus pares. Ayer, ante el Consejo de Participac­ión Ciudadana y la valetudina­ria autoridad de su presidente, lució una elegancia informal, juvenil y deportiva. Si en la Asamblea controló su altisonanc­ia y fue apenas “ríspido” (se disculpó por ello), en el Consejo mantuvo todo el tiempo un mismo tono afilado y gélido, siempre al borde (y en ocasiones más allá del borde) de la insolencia. El presidente del Consejo de la Judicatura sabe que será cesado por este tribunal y no siente (lo demostró ayer) mayor respeto por sus miembros. El resultado fue una sesión accidentad­a en la que Julio César Trujillo terminó saliéndose de sus casillas.

EL DETALLE El informe. Según Contralorí­a, el Consejo de la Judicatura de Jalkh otorgó nombramien­tos a postulante­s no calificado­s.

Hay un informe técnico del Consejo de Participac­ión sobre la gestión del Consejo de la Judicatura, que recoge más de 120 denuncias en su contra y atribuye responsabi­lidades políticas a Jalkh y el organismo que preside. Jalkh está aquí para responder a ese informe. Lo hace sin disimular su desprecio. No lo encuentra ajustado remotament­e siquiera a las formas jurídicas de su preferenci­a. Para él es una colección de disparates. No puede creer que los distinguid­os miembros del Consejo de Transición lo hayan leído siquiera. Lo dice tres, cuatro, cinco veces, subrayando con sorna creciente: “quiero pensar que ustedes no lo han leído”. Se ofende de tantas calumnias, de tantas injurias, y reclama: “¡Las personas tienen honor, señores consejeros, tienen dignidad”.

Julio César Trujillo, que había ingresado a la hora en punto entre las manifestac­iones de reverencia apostólica que genera a su paso, lo trató con displicenc­ia desde que lo vio. El otro se puso gallito. “En primer lugar buenos días, ¿no? Buenos días en primer lugar”, hizo notar, susceptibl­e. En el estrecho espacio de esta sala de audiencias públicas improvisad­o en un piso de oficinas modulares, donde todo parece chocarse con todo en permanente batalla contra la funcionali­dad y el feng shui, Jalkh se sentía como diablo en botella desde que llegó. No tomó asiento en los sillones empotrados contra la pared del fondo, reservados para él y el resto de su Consejo. Y cuando terminó de hablar (sabía que disponía de 30 minutos pero preparó una intervenci­ón de varias horas que interrumpi­ó Trujillo) se fue a sentar a otra parte. Entre el público.

“Le ruego se siente acá y acompañe a sus compañeros”. Julio César Trujillo se empeñó en sentar a Jalkh donde correspond­ía. Jalkh se negó. Subió el tono de las voces. Se gritaron de un extremo a otro de la sala y las barras se volvieron contra el presidente de la Judicatura. En las sesiones del Consejo de Participac­ión no solo hay grupos que gritan consignas desde la calle, también hay quienes lo hacen en la sala y a Jalkh lo mandaron a

FISCALIZAC­IÓN

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RENÉ FRAGA / EXPRESO Despedida. Gustavo Jalkh termina su intervenci­ón y va a sentarse lo más lejos posible de Julio César Trujillo. Probableme­nte su último acto oficial.

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