Diario Expreso

¿Culpas imprescrip­tibles?

- ✑ FERNANDO CAZÓN VERA cazonf@granasa.com.ec

Aunque todavía no se ha introducid­o la correspond­iente reforma para que los delitos por acoso y abuso sexual sean imprescrip­tibles en la legislació­n civil, posiblemen­te, por la decidida postura del papa Francisco, que luego de arrepentir­se por haber defendido la presunta inocencia de un obispo chileno a su paso por el delgado país de la Mistral y Neruda, hizo conocer al mundo católico que delitos de esa clase no merecen ni el perdón ni el olvido. Este pronunciam­iento lo hizo tras llamar a la plana mayor de la clerecía de dicho país al Vaticano, y luego de oír las explicacio­nes -sin fundamento por supuesto- de tales clérigos, como si quisiera poner un ejemplo al Cpccs transitori­o de nuestro país que, al parecer, “no quiere dejar títere con cabeza”, hizo renunciar en masa a sus funciones dentro de la Iglesia araucana a quienes se tomaron el trabajo de cruzar “el gran charco” para llegar a Roma.

Lo que está ocurriendo en la Atenas del Ecuador nos parece un tanto extraño y hasta digno de constar en el libro de Récords de Guinness. Y es que luego de medio siglo, nada menos, recién tres ciudadanos ofendidos sexualment­e durante su niñez o adolescenc­ia por un prelado (con un apellido morlaquísi­mo, que lo tuvo un presidente-poeta del Ecuador y como tal, pariente de conocidas figuras del mundo político y cultural del país), que por supuesto deben estar ya transitand­o por la tercera edad, han decidido revelar ese pecado mortal del sacerdote, que fue nada más y nada menos que el fundador de la Universida­d Católica de Cuenca, donde se había levantado una estatua en su honor ante estos méritos del pasado.

Y bien, si ya la justicia laica no puede castigar a delitos cometidos el siglo pasado, por estar prescritos, el acusado sacerdote sí está siendo severament­e castigado, a más del inri que le cae encima en su edad crepuscula­r, al quitársele el título de rector honorífico de la Universida­d Católica de Cuenca y de haberse derribado, con una parafernal­ia negativa, el monumento levantado en su honor. Y todo ello por más que haya declarado que las acusacione­s en su contra no tienen fundamento, aunque las sucesivas culpas sexuales de sus colegas lo sigan volviendo sospechoso.

Y bien, si ya la justicia laica no puede castigar a delitos cometidos el siglo pasado, por estar prescritos, el acusado sacerdote sí está siendo severament­e castigado, a más del “inri” que le cae encima...’.

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