Diario Expreso

Por ahí no van los tiros

- ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Hace poco nuestros colegas de la sección de educación cayeron en la trampa que se ha venido utilizando para satanizar con la prueba Ser Bachiller: “Guayaquil puesto 72 entre cantones”. Decimos que es trampa porque la prueba no está hecha para que se comparen pares entre sí o institucio­nes, peor ciudades.

La prueba Ser Bachiller es un estudio que busca un índice, un punto promedio con el cual el alumno, el paralelo, el curso, la escuela, el cantón, la provincia y/o la región, pueda compararse e identifica­r sus fortalezas y debilidade­s. Que Guayaquil caiga en la prueba no sorprende, pues al ir en busca de una nota promedio, dividiendo los resultados para una masa mucho más amplia de alumnos, siempre saldrá perjudicad­a frente a cantones con una menor población estudianti­l.

La prueba Ser Bachiller no está hecha para contrastar entre pares, pues todos no responden a una prueba idéntica, hay varios modelos, y bien puede ser que a alguien le toquen preguntas más sencillas que a otro; de hecho en muchos casos resulta ser que el abanderado de las institucio­nes o el mejor bachiller sale por debajo de algún otro estudiante.

Lo triste de la nota de Expreso está en la afirmación de que el 65 % del alumnado, es decir, 65 jóvenes de cada 100, aprueban con la nota inferior, pues eso sí implica que hay que trabajar mucho más fortalecie­ndo la capacidad de razonar del alumno, su capacidad de decodifica­r el mensaje y comprender la pregunta,

La prueba Ser Bachiller no está hecha para contrastar entre pares, pues todos no responden a una prueba idéntica’.

y obviamente, el manejo claro del conocimien­to de cada una de las asignatura­s sobre las que investiga el test.

Que el 65% del estudianta­do salga a graduarse con el mínimo, tras todos los pequeños y grandes trucos que se utilizan para que la educación pública, que es la mayoritari­a, se empine sobre la privada, debe llamarnos a un trabajo serio para saber exactament­e qué hacer a fin de mejorar la condición del proceso enseñanza-aprendizaj­e.

La poca o ninguna exigencia entre segundo y séptimo, la multiplici­dad de opciones para ser promovido, los subterfugi­os que se utilizan para favorecer siempre al más “débil”, entiéndase el alumno, están brindando la triste cosecha.

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