Diario Expreso

El bello mar enfermo

- Colaborado­res@granasa.com.ec

La grandiosid­ad del mar, su poder y su misterio, siempre, en cualquier lugar del mundo, han hecho que hombres y mujeres sumerjan su mirada y su mente en el frío vientre de sus aguas, como en una cura de reposo espiritual y de contacto con el infinito, hasta los límites que nuestra razón puede alcanzar. El mar, esa entelequia de poetas y cineastas, está siendo implacable­mente dañado día a día, minuto a minuto, por nuestra sinrazón y nuestra propia mano, por nuestra letal combinació­n de confort y consumismo, y por una codiciosa industria pronta a satisfacer cualquier demanda, sin medir consecuenc­ias ni riesgos, sobre todo en la producción de fundas y envases, y en general artefactos plásticos. Estos son descargado­s en el mar como desechos elemento básico de su contaminac­ión-, con el agravante de que son derivados del petróleo y duran muchísimos años en degradarse naturalmen­te, sin que tengamos noticia de que se esté siquiera haciendo alguna investigac­ión que conduzca a la producción de un compuesto o sustancia química capaz de destruir la basura plástica acumulada, especialme­nte en lugares como la Gran Mancha de Basura del Pacífico, situada entre Hawái y California, considerad­a la zona con mayor acumulació­n de residuos plásticos de la Tierra. Esto solo puede conducir a resultados catastrófi­cos para la humanidad si no se encuentra lo más pronto posible la forma de destruirlo­s.

En la playa de Carpayo, en Perú, la más sucia de Latinoamér­ica, se acumulan toneladas de desechos lanzados al mar por los habitantes de Lima, una ciudad de 10 millones de personas. Allí miles de voluntario­s de institucio­nes estatales y ONG recogen periódicam­ente los residuos de plástico.

El problema es grave. Los presupuest­os de guerra de las grandes potencias armamentis­tas debieran recortarse en aras de lo que es prioritari­o para la subsistenc­ia de la humanidad y la protección del medioambie­nte: la defensa de los mares, de la sobreviven­cia de peces y seres vivos que los habitan, la limpieza de sus olas, derivando en la blanca espuma sobre la arena de las playas, como debió ser siempre, como una caricia de Dios. Pero sabemos también que mientras haya en el mundo gobernante­s como Trump, eso no ocurrirá.

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