Diario Expreso

Escarmient­o de Merkel: desgracia de Europa (y mundial)

- YANIS VAROUFAKIS Project Syndicate

Un error de interpreta­ción muy habitual de los dirigentes europeos sobre la hostilidad del presidente Donald Trump hacia los aliados tradiciona­les de EE. UU. o la prontitud con que su gobierno se ha lanzado a demoler el orden internacio­nal es suponer que nada de esto sucedió antes. Todo lo contrario. “Mi filosofía es que todos los extranjero­s quieren jodernos, y nuestra tarea es joderlos a ellos antes”, 1971 John Connally, entonces secretario del Tesoro de EE. UU. “Puestos a elegir entre los requisitos de un sistema internacio­nal estable y la convenienc­ia de conservar la libertad de acción para la política nacional, varios países, entre ellos EE. UU. eligieron bien y optaron por lo segundo”, Paul Volcker, quien sería presidente de la Reserva Federal de EE. UU. y que declaró además que una “reducción controlada de la integració­n de la economía mundial [era] un objetivo legítimo para los ochenta”. Lo que distingue la situación actual de la que enfrentaba Europa en los setenta es la implosión a lo Weimar del centro político europeo. En los setenta, el ataque financiero de EE. UU. contra Alemania, Francia y Reino Unido encontró del otro lado un “establishm­ent” europeo unido. En cambio, los defensores actuales del “statu quo” europeo tienen que pelear en dos frentes: contra las incursione­s de Trump y dentro de Europa contra gente como Matteo Salvini y Luigi di Maio, en ascenso en la política italiana, a quienes el asediado presidente prosistema del país negó el derecho a formar gobierno, a pesar de haber obtenido mayoría parlamenta­ria. Y tras la retirada de EE. UU. del acuerdo nuclear con Irán, Merkel sufrió una humillació­n inmediata cuando empresas alemanas comenzaron a abandonar Irán una tras otra. No querían desafiar el poder financiero de EE. UU. o renunciar a las rebajas impositiva­s que Trump entregó a casi 5.000 empresas alemanas con un balance combinado de US$ 600.000 millones. Luego EE. UU. amenazó con imponer un arancel de 25 % a las importacio­nes de autos, que quitaría al menos US$ 5.000 millones al año a los ingresos de los exportador­es alemanes. Pero la magnitud de los problemas de Alemania solo puede apreciarse comprendie­ndo su vínculo causal con lo que sucede en Italia. Al vetar muy necesarias reformas de la UE, los sucesivos gobiernos de Merkel garantizar­on la fragmentac­ión europea. Hoy los medios alemanes del “establishm­ent” se refieren al economista italiano cuya designació­n como ministro de Finanzas fue vetada por el presidente como “el Varoufakis de Italia”, pero hay una diferencia fundamenta­l: yo quería mantener a Grecia en la eurozona en forma sostenible, y me enfrentaba a la dirigencia alemana para conseguir la reestructu­ración de deudas que lo hiciera posible. Trump comprende muy bien que Alemania y la eurozona están a su merced, porque dependen cada vez más de grandes exportacio­nes netas hacia EE. UU. y el resto del mundo, lo que es resultado de las políticas de austeridad. Con una Europa demasiado debilitada para frenar a Trump, EE. UU. intentará obligar a China a desregular sus sectores financiero y tecnológic­o. Si lo consigue, al menos 15 % del producto nacional de China saldrá del país, lo que contribuir­á a las fuerzas deflaciona­rias que están engendrand­o monstruos políticos en Europa y EE. UU.

El anuncio estadounid­ense de imposición de aranceles a las importacio­nes de acero y aluminio pareció ir dirigido a China, pero también fue la última señal a Europa de que hay que tomarse en serio la retórica de “Estados Unidos primero” de la administra­ción Trump’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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