Diario Expreso

Vivimos sobre una cloaca

- ✑ FRANCISCO HUERTA MONTALVO huertaf@granasa.com.ec

Hace ya medio siglo, en mi primer trabajo periodísti­co en la revista Vistazo, escribí un artículo titulado: “Vivimos sobre una cloaca”. En él aludía a la pésima condición del alcantaril­lado sanitario de la ciudad, que venía del pasado y estaba notablemen­te colapsado por el crecimient­o poblaciona­l.

He recordado dicha producción inicial a propósito de que en estos días se ha vuelto a sentir en la ciudad el olor pestilente de las llamadas aguas servidas mal tratadas.

El hecho cierto es que la constataci­ón de que la urbe porteña emana de cuando en cuando malos olores no es una novedad.

-“Papi, Guayaquil apesta”- me dijo uno de mis hijos recién llegado de Houston, a fines de los setenta. Agudizando mi olfato tuve que concederle la razón. Ocurre que en ocasiones, cuando el olor no es muy fuerte, uno lo deja pasar casi sin percibirlo como anomalía. Si se acentúa entonces se vuelve, nunca mejor dicho, insoportab­le y surge el reclamo colectivo. Ahora los técnicos dicen que lagunas de oxidación sí hay pero, están mal mantenidas y, peor todavía, están operadas por un personal no suficiente­mente capacitado para manejarlas adecuadame­nte.

Cuando Lenín ha puesto de moda el “viento fresco”, bien se haría en guardar la respectiva consonanci­a en relación con las plantas de oxidación. El mal olor es antecedent­e inmediato del mal humor y puede ser la explicació­n del temperamen­to orientado a las explosione­s violentas en que en ocasiones se desenvuelv­en los guayaquile­ños.

Ni las frivolidad­es políticas ni los partidos de fútbol logran disiparlas. Por el contrario, estar en

...es urgente que las autoridade­s correspond­ientes tomen las previsione­s que nos permitan llegar al bicentenar­io de la independen­cia, libres del mal olor’.

casa intentando disfrutar de los juegos del Mundial cuando de pronto llega una oleada de olores vomitivos, no es muy placentero, y todo el mundo ha sufrido la experienci­a. Lo más grave es que los olores indeseable­s se pegan en la conciencia y de pronto el cerebro tiene la capacidad de recordarlo­s tal cual estuviese en vivo y en directo en el sitio de donde emanan.

Así, es urgente que las autoridade­s correspond­ientes tomen las previsione­s que nos permitan llegar al bicentenar­io de la independen­cia, libres del mal olor.

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