Vivimos sobre una cloaca
Hace ya medio siglo, en mi primer trabajo periodístico en la revista Vistazo, escribí un artículo titulado: “Vivimos sobre una cloaca”. En él aludía a la pésima condición del alcantarillado sanitario de la ciudad, que venía del pasado y estaba notablemente colapsado por el crecimiento poblacional.
He recordado dicha producción inicial a propósito de que en estos días se ha vuelto a sentir en la ciudad el olor pestilente de las llamadas aguas servidas mal tratadas.
El hecho cierto es que la constatación de que la urbe porteña emana de cuando en cuando malos olores no es una novedad.
-“Papi, Guayaquil apesta”- me dijo uno de mis hijos recién llegado de Houston, a fines de los setenta. Agudizando mi olfato tuve que concederle la razón. Ocurre que en ocasiones, cuando el olor no es muy fuerte, uno lo deja pasar casi sin percibirlo como anomalía. Si se acentúa entonces se vuelve, nunca mejor dicho, insoportable y surge el reclamo colectivo. Ahora los técnicos dicen que lagunas de oxidación sí hay pero, están mal mantenidas y, peor todavía, están operadas por un personal no suficientemente capacitado para manejarlas adecuadamente.
Cuando Lenín ha puesto de moda el “viento fresco”, bien se haría en guardar la respectiva consonancia en relación con las plantas de oxidación. El mal olor es antecedente inmediato del mal humor y puede ser la explicación del temperamento orientado a las explosiones violentas en que en ocasiones se desenvuelven los guayaquileños.
Ni las frivolidades políticas ni los partidos de fútbol logran disiparlas. Por el contrario, estar en
...es urgente que las autoridades correspondientes tomen las previsiones que nos permitan llegar al bicentenario de la independencia, libres del mal olor’.
casa intentando disfrutar de los juegos del Mundial cuando de pronto llega una oleada de olores vomitivos, no es muy placentero, y todo el mundo ha sufrido la experiencia. Lo más grave es que los olores indeseables se pegan en la conciencia y de pronto el cerebro tiene la capacidad de recordarlos tal cual estuviese en vivo y en directo en el sitio de donde emanan.
Así, es urgente que las autoridades correspondientes tomen las previsiones que nos permitan llegar al bicentenario de la independencia, libres del mal olor.