La frágil democracia
En el mes de marzo pasado una prestigiosa firma de investigación social y de mercado hizo una encuesta a más de 400 líderes de opinión latinoamericanos, entre ellos ecuatorianos, encontrando como resultado en lo atinente a nuestro país que las 3 mayores preocupaciones son la corrupción, la falta de crecimiento económico y la debilidad institucional. La evidencia histórica determina que al menos la primera y la tercera preocupaciones son consecuencia de gobiernos autoritarios-populistas. En cuanto a la segunda, pudiera existir discusión, pues en determinados regímenes autoritarios-populistas hay evidencia de crecimiento económico, sin embargo, también la evidencia histórica señala que no se ha dado crecimiento sostenido por más de dos lustros en ningún país que se aleje de prácticas razonables de participación social, salvo los países árabes, por razones obvias. Colegimos entonces que los entrevistados anotan las consecuencias del autoritarismo como sus mayores preocupaciones, ergo, para resolverlas hay que combatirlo e implantar un ambiente democrático.
No obstante, un estudio elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el caso latinoamericano sobre las actitudes hacia la democracia reveló que: el 58,1 % de la población está de acuerdo con que el presidente vaya más allá de las leyes; el 56,3 % cree que el desarrollo económico es más importante que la democracia y el
...el votante común está mucho más enfocado en el resultado del modelo que en el modelo mismo’.
54,7 % apoyaría a un gobierno autoritario si resuelve sus problemas económicos. Es decir, claramente la población, el votante común, está mucho más enfocado en el resultado del modelo que en el modelo mismo, desconociendo (acá me declaro pretencioso) que la falta de democracia, el autoritarismo y el populismo terminan destrozando precisamente a los más pobres y vulnerables.
Posiblemente este es uno de los mayores problemas latinoamericanos, la desconexión entre las élites y los votantes destrozados por la pobreza, y es por ello que en cada elección latinoamericana imploramos no saltar al vacío del populismo, que terminaría con una frágil democracia. Por cierto, ¿la tenemos?