Las ollas de barro han quedado como adornos
En Cuenca hay pocas mujeres que elaboran este tipo de utensilios
Rosa Ilda Morocho, de 67 años, es una de las cuatro ‘hacedoras’ de ollas de barro que mantienen la técnica del golpeado como legado Cañari.
Es en la localidad de Jatupamba, en San Miguel de Porotos, a 12 kilómetros de Azogues, donde la alfarería hasta el año 1980 fue el referente del poblado.
Rosa Ilda asegura que el arte y habilidad la aprendió de sus bisabuelos. “Continuaré hasta la muerte”, adujo muy orgullosa de ser una de las pocas mujeres que mantienen la tradición milenaria, nacida en el período de integración regional (500-1532 dc), según la antropóloga Lena Sjöman, como consta en la investigación hecha para el Centro de Artesanías y Artes Populares (Cidap).
La artesana contó que las ollas servían antiguamente para cocinar los granos o guardar el fruto de la cosecha y preparar la chicha (bebida de maíz).
El sabor de las comidas cocidas en leña o carbón con estos utensilios es muy especial, sostuvo. La aparición de ollas y vasijas confeccionadas con materiales modernos ha ido desechando el uso de los utensilios de barro. “Ahora se los usa como adornos en las viviendas y propiedades privadas, a manera de maceteros”, sostiene Rosa. Según Rosa Ilda, para hacer las ollas se usa la tierra virgen y rojiza, se mezcla con algo de arena y agua para crear una pasta compacta e ir dando forma al objeto con las manos y la utilización de las ‘huactanas’, que son objetos cerámicos cocidos.
Los objetos son comercializados en Cuenca y Azogues, en los mercados y los sitios dedicados al expendio de artesanías y utensilios de barro.