Diario Expreso

Un huésped incómodo

- ✑ FERNANDO CAZÓN VERA cazonf@granasa.com.ec

Julian Assange, ahora ya perdonado por los suecos que lo acusaban de un delito sexual pero que no ha logrado ganarse la lástima de los ingleses, es un huésped bastante incómodo que hace más de un quinquenio reside en nuestra sede diplomátic­a de la ‘city’. Y tal es esta realidad que el propio presidente de la nación que le concedió el asilo, en el viaje que está realizando a la patria de Shakespear­e, no ha querido ingresar a su embajada para no tener que toparse con el australian­o, con quien tendría que, sin olvidar las reglas de elemental cortesía, saludarse y cruzar algunas palabras.

Existe además el antecedent­e de que quien es ahora nuestro compatriot­a por efecto de la naturaliza­ción que le concedió la entonces canciller -cuando estaba a punto de ganar una importante elección en la ONU-, ha cumplido ciertas travesuras, por llamarlas de alguna manera, violando su condición de asilado. Es la más grave aquella en la que utilizando los Wikileaks, de su legítima invención, intervino en las elecciones presidenci­ales de la poderosa nación norteameri­cana para, acusando y calumniand­o a la candidata demócrata Hillary Clinton, lograr el triunfo del republican­o Donald Trump que, a nuestro entender y de la mayoría de ciudadanos del mundo, ha sido uno de los mandatario­s más nefastos del enorme país del norte, considerad­o primera potencia mundial (hasta que la China lo empate y hasta lo supere, según los cálculos optimistas de los llamados “antiimperi­alistas”). Esto sin olvidar, por supuesto, que también participó en el intento de desmembrac­ión de España, apoyando a los separatist­as catalanes. Posiblemen­te, de tenerlo un tiempo más como huésped poco deseable, participe en alguna nueva actividad política que, de seguro, no será de la satisfacci­ón ni orgullo de los ecuatorian­os.

Su permanenci­a en la embajada nos recuerda el famoso caso similar del peruano Raúl Haya de la Torre, fundador del APRA, que estuvo algunos años enclaustra­do en la embajada colombiana en Lima, por su oposición a Odría. Y pudo salir libre solo cuando cayó el dictador. Pero en el caso actual, ni la muerte de la anciana reina Isabel le devolvería su libertad a Assange, dado el tipo de monarquía inglesa, que es parlamenta­ria.

Posiblemen­te, de tenerlo un tiempo más como huésped poco deseable, participe en alguna nueva actividad política que, de seguro, no será de la satisfacci­ón ni orgullo de los ecuatorian­os’.

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