Al lado de los alumnos va una ‘marcha’ de sus padres
En el desfile cívico estudiantil, ellos auxilian, filman y recorren varios kilómetros junto a sus hijos ❚ Por ser un día laborable, la familia estuvo presente ‘a medias’
Solo les faltó ponerse el uniforme, llevar un tambor o una colorida cachiporra para -oficialmente- decir que fueron parte del desfile cívico estudiantil que ayer le rindió honor a Guayaquil en sus 483 años de Fundación.
Los padres, sí, ellos fueron los otros protagonistas de esta jornada en la que, al igual los años anteriores, por alrededor de dos horas marcharon, sin notarlo, hasta el cansancio y junto a sus hijos.
Yolanda Pinza, quien vive en Ciudad Celeste (vía Samborodón) y a diferencia de otros días se había levantado a las 05:00 para preparar el traje con el que desfiló su hija Britney Gonzales, de la Academia Naval Almirante Illingworth, y recoger a su madre y hermana para que la acompañara; por ejemplo, solo hizo una pausa en la ruta cuando la adolescente lo hacía.
LA CIFRA 61 COLEGIOS participaron en el desfile, que estuvo dividido en tres fases y sumó 12 kilómetros.
Ella partió de la avenida Quito y Clemente Ballén, y junto a Gonzales y a los cerca de 3.000 estudiantes que participaron de la jornada, recorrió las más de 12 cuadras que contempló la marcha en su II fase (hubo tres). Por ratos, Pinza fotografió a su hija o se hizo un ‘selfie’ con ella. Y por otros, como lo hizo María Chalén, madre de Kenny Pinargote, de la Unidad Educativa Comisión de Tránsito del Guayas, solamente aplaudió, gritó, cantó. Y lanzó besos a los suyos y al aire.
Durante el trayecto, cuyo ambiente se llenó de comerciantes y personas que, sobre todo a la altura de la avenida 9 de Octubre, se volcaron a las calles con banderines y hasta con parlantes que entonaron a todo volumen ‘Guayaquil de mis amores’, hubo también padres que rompieron fila para secarle el sudor a sus hijos, darles agua o amarrarles los zapatos. Todo en segundos.
“Ellos van con trompetas e instrumentos muy pesados, van bailando, haciendo maniobras, alegrando la ciudad. Lo mínimo que puedo hacer entonces es auxiliarlos...”. Ser una especie de auxiliar de los pilotos de Fórmula 1, dijo Jerson Martínez, padre de dos alumnos de la Academia Naval Fragata, que se paseó con dos banquitos de plástico por si sus chicos se cansaban.
Aunque este año, al igual que el anterior, por el puente vacacional, las fiestas se llevaron a cabo en un día laborable, según los asistentes, hubo más afluencia de padres. “Quizá la mayoría nos preparamos. Yo, por ejemplo, pedí permiso en el trabajo hasta el mediodía porque el año anterior falté y me sentí bastante culpable”, dijo Silvana Tapia, madre de un menor del Liceo Naval.
Adriana Cevallos, quien trabaja en Urdesa, en cambio se escapó por un par de horas. “Soy abogada y en la ciudad el ritmo de trabajo hoy es el habitual. Me ha tocado decirle entonces a mis padres que acompañen a mi hija. Ellos están felices, todos están contentos. Pero a mí, lastimosamente me ha tocado correr”. Y peor aún, lamentó, solo verla tocando su lira en un pequeño tramo de la avenida Quito.
Antes, relata, era ella quien cambiaba sus tacos por zapatos deportivos para “caminar y caminar” y retocar el cabello de su hija. Ahora, Marjorie, su madre, de 65 años, fue quien lo hizo: le arregló la boina en tres ocasiones y en una cortísima parada que hicieron a la altura de las calles Víctor Manuel Rendón y Pedro Moncayo, metió a su otra nieta en el pelotón y a ambas, la última con ropa de color, las filmó, en medio de un ambiente de risas.
Así el desfile, que en sus tres tramos recorrió 12 kilómetros, culminó pasadas las 11:00 entre júbilo y abrazos, y el repique de los tambores. A las 16:00, tras un largo receso, la marcha continuó, pero ya solo con seis carrozas alegóricas que representaron al Guayaquil artístico y las 58 academias de danza que una vez más llenaron de color y turistas los dos lados de la calle del malecón.
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