Un pintor que recrea viejos textos religiosos
Era un niño con gustos particulares. Cuando a otros pequeños sus padres les regalaban carros a control remoto u otros juguetes, Fernando Insúa recibía libros, pintura, papeles, plastilina y cartones. “Con esas cosas yo era el niño más feliz del mundo”, menciona el artista que ha logrado marcar un punto de convergencia entre el arte y la historia.
Lo de artista lo tiene en la sangre, pues varios integrantes de su familia se han dedicado a esta actividad y su madre, María Fernanda Insúa, siempre se la inculcó desde pequeño . Pero, lejos de encasillarse a una corriente, Insúa quiso ser un espíritu libre, fiel a su propio estilo o como él mismo se llama un “cura suelto”.
Pintar, para él era un hábito que cultivó desde la niñez. Su proceso formativo se lo agradece al escritor Ramón Sonnenholzner, quien sirvió de puente para relacionarse con otros artistas. Pero sus cuadros van más allá de lo convencional, él plasma la historia y sabe que gran parte de ella se guarda en los textos religiosos antiguos.
EXPOSICIÓN El artista tiene una muestra permanente que se encuentra abierta al público en el Riocentro Los Ceibos y con ella pretende recorrer varios centros comerciales. A mí me gusta retratar símbolos y elementos que marcan el origen de las cosas y de los seres OTRAS PASIONES
Se confiesa un amante que se rinde ante la seducción de lo antiguo y eterno “porque es el origen; entonces cuando empecé a ver las piezas vi que los textos tienen actitud, fuerza y trascendencia, aparte de que transmiten algo”. Además indica que así como otros artistas se dedican a innovar en el arte, él prefiere buscar la esencia sobre el origen. “Por ello me gusta el uso de elementos referente a la antigüedad, las piezas envejecidas, el uso del oro y la plata, alfabetos originales de lenguas antiguas y mezclarlo con el toque moderno que es mi forma de pintar. Mi labor es fusionarlo”.
Pero, vivir de la pintura no era su plan de vida, o por lo menos el que su familia creía que tomaría. Estudió comercio exterior, pero confiesa que nunca estuvo interesado en esa profesión.
Este artista, cuyo cuadro más difícil de plasmar ha sido el código de Hammurabi por su escritura cuneiforme, busca conectar a la gente con la historia. “Cuando la vemos sentimos que es lejana, que ya pasó, pero cuando alguien se acerca a los cuadros, los ve y los toca, se acuerda que lo vieron en tal clase”.
Una de las ventajas que le ha permitido explorar en este mundo es su conocimiento en hebreo así como un don innato para la investigación del pasado, después de todo la historia es cíclica y un proceso que hoy parece nuevo pudo haber ocurrido hace miles de años.