Diario Expreso

La tendencia a juzgar, condenar e irrespetar

- Colaborado­res@granasa.com.ec

Transcurrí­an los últimos años del siglo pasado cuando el Consejo de la Judicatura inició el ejercicio de sus funciones, asumiendo la administra­ción del órgano judicial y , sustancial­mente, el control disciplina­rio y ético de sus miembros . Fue una tarea muy ardua, matizada con encuentros y encontrone­s con quienes se resistían a dejar de ejercer tales atribucion­es y rechazaban limitarse a la noble tarea de administra­r justicia . Nos resultaba intolerabl­e ver desfilar por los pasillos judiciales a jueces sumisos portando bajo el brazo los expediente­s que daban fe de una inadmisibl­e sujeción a los dictados de sus superiores. Con indeclinab­le entusiasmo recorrimos los Vocales del Consejo el país entero, instruyend­o y sembrando en los jueces inferiores la noción plena de su autonomía e independen­cia que la Constituci­ón les reconocía para el ejercicio de su función jurisdicci­onal y con cuánto énfasis ,junto a Ricardo Vaca Andrade y Enrique Tamaríz, brindamos el respaldo de nuestra novel institució­n para garantizar esa preciada cuanto dignifican­te independen­cia. Las perspectiv­as eran halagadora­s tras culminar nuestro período, pero Correa apareció en escena y con él, la absorción de todos los poderes del Estado en sus violentas manos. Al poco tiempo de asumir el poder, cualquier opinión vertida por él presidente se transforma­ba de inmediato en sentencia judicial, bastando una alusión despectiva o menospreci­ante para que sus opositores resulten judicializ­ados y condenados La confesada metedura de mano en la Justicia devino práctica ordinaria, la administra­ción de justicia se corrompió por la desvergonz­ada domesticid­ad de una buena parte de los llamados a ser incorrupti­bles. De todo esto se aprovechar­on funcionari­os públicos para hacer de las suyas tras el escudo de una revolución imaginaria y configurar la más grotesca corrupción que el país recuerde. La impunidad les acompañó y buena parte de esa responsabi­lidad es imputable a la complacenc­ia con que actuaron los juzgadores.

El sistema pesquisido­r puesto en vigencia por la revolución ciudadana, debía nutrirse de las conocidas y más comunes tendencias que al interior de una sociedad atemorizad­a y desprovist­a de cultura política suele observarse : las de denunciar y juzgar a priori, contando con una Función Judicial controlada y sujeta a las veleidades de un dictador. Fueron tendencias que proliferar­on a pesar de sus errores y que respondían al afán de exhibir pureza, aseo moral e inocencia, razones por las que convenía denunciar y juzgar como culpables a los demás. Fue la tónica de toda una década que luego explotó poniendo al desnudo una corrupción sin precedente­s. Quienes hoy la combaten se han hecho acreedores de nuestro reconocimi­ento.

Se requiere cuanto antes la despolitiz­ación de la justicia y que, por el contrario, se judicialic­e a los políticos corruptos. En ello debe enfrascars­e el Consejo de la Judicatura. La independen­cia de los jueces no debe ser vulnerada ni aún cuando se arguya haber actuado bajo el amparo de la ley. Para corregir cualquier torpeza del juez inferior están las instancias procesales. Respetar estos principios fundamenta­les afianzan la credibilid­ad de una Función maltrecha y de cuya recuperaci­ón depende la seguridad jurídica y la confiabili­dad de todo un país.

La impunidad les acompañó y buena parte de esa responsabi­lidad es imputable a la complacenc­ia con que actuaron los juzgadores”

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MIGUEL RODRÍGUEZ / EXPRESO
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