ACTIVIDAD
Mientras pintaban, la fundación desarrolló un pulguero. Lo realizaron para recaudar fondos necesarios que financien su labor de rescatar jóvenes de las drogas.
“De nada sirve rescatarlos de las drogas si no cambiamos el contexto de violencia”, asegura Geraldine Weber, una de las artistas promotoras de la iniciativa. Ella junto a una docena de artistas visuales tomaron el reto de modificar la imagen del sector, lo que a su juicio, fomentan el civismo, la unidad y a transmitir, “sin palabras, que vivimos en el mismo hábitat y debemos respetarnos”.
A medida que los diseños empezaron a llenarse de color, más jóvenes se sumaban a la iniciativa. Se acercaban a pedir una brocha y trabajar por su barrio. Mónica Quezada es la presidenta del comité del sector e insiste en que ver que la imagen de su sector mejore “era nuestro sueño”. Ahora, solo espera que los moradores ayuden a mantenerlo.
Por otro lado, Meitzner explica que la intención de la fundación es “atraer a la gente para que coopere, que las personas lo tomen como hábito y se den cuenta que ellos también pueden hacer la diferencia”.
David Orbea es otro de los pintores que se sumó a la iniciativa. Para él, este mural no solo fue un acercamiento comunitario al arte, sino que “ellos se adueñan de la propia idea, que es su sector el que quede embellecido y más aún cuando son ellos los que proponen los valores que quieren rescatar”.
Al final del día el cansancio empezó a hacerse notar, sin embargo, el saber que habían transformado en mural lo que antes era desagradable y sobre todo contribuido a eliminar la violencia a través del arte fue el energizante ideal tanto para artistas como para la comunidad.