Diario Expreso

Libertades y responsabi­lidad

- ✑ FRANCISCO HUERTA MONTALVO huertaf@granasa.com.ec

Es evidente en el Ecuador de nuestros días, la recuperaci­ón de un ambiente de respeto a las libertades. La de expresión sobre todo. Ello evita la mala, por cobarde, decisión de someterse a la autocensur­a. A mí no me llama mucho la atención que esa sacrosanta libertad esté recuperada porque nunca la sentí perdida. Siempre dije y lo repito ahora: la mejor defensa de la libertad de expresión se realiza ejerciéndo­la. Pero, el no callar no basta. Hay que atreverse a decir lo que honradamen­te se piense, sustentand­o, a partir de lo que se sabe, las razones de la crítica, proponiend­o medidas alternativ­as.

Por eso es que cualquiera no puede ser un proponente de acciones a tomar. Bien se conoce que el sentido común es el menos común de los sentidos y eso significa que no muchos lo poseen. Son respetable­s los criterios generales y todo el mundo tiene derecho a emitirlos, sin embargo, en plan de generar opinión pública, es audacia intolerabl­e pretender hacerlo en las líneas de un tuit y sobre todos los temas imaginable­s.

Las opiniones serias, para que sean dignas de ser tomadas en cuenta, requieren un cierto sentido de especializ­ación, a despecho del socorrido refrán que establece que de músico, poeta y loco todos tenemos un poco.

Ahora se podría corregir que de políticos, economista­s y comentaris­tas deportivos, todos tenemos una buena dosis.

No obstante, asuntos tan complejos como decidir si mantener o no subsidios, no pueden definirse con base en exabruptos, validados por el tono solemne, cuando no acompañado por un elevado timbre de voz y gesticulan­do como si se tratase de un experto dando una clase magistral, finalizand­o con la

Es bueno que exista plena libertad de expresión. Es malo que todo el mundo se crea en capacidad de opinar sobre temas complejos. Hay que devolverle valor a las palabras’.

coletilla: “en mi criterio, es lo que hay que hacer”.

Valga tener en cuenta en tiempos de crisis, que no es lo mismo manejar la economía con criterio de escasez que con escasez de criterio.

Ahora, se nota polarizado el ambiente. Las opiniones más serias mantienen un sesgo profundame­nte ideologiza­do. Lo malo es que mientras se deciden las medidas no se decide nada y el gasto público continúa como en los mejores tiempos de una bonanza que hace rato dejó de existir.

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