Diario Expreso

La credibilid­ad de la informació­n

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EDITORIAL

Las redes sociales suelen aventajar a los medios tradiciona­les por la vertiginos­idad con que dan a conocer sucesos. Pero en contrapart­e, no ofrecen certeza sobre la veracidad de los hechos que difunden. Cualquier cosa puede comunicars­e a través de ellas para llamar la atención y la informació­n se propagará inmediata e incontenib­lemente, sin que tampoco se pueda establecer garantía alguna sobre la fiabilidad de la fuente.

Debido a esta capacidad de viralizar en forma incontrola­da realidades o rumores, indistinta­mente, las redes están siendo utilizadas de modo inadecuado, distorsion­ando la verdad, sobre todo en el ámbito político, con repercusio­nes en la economía, en la toma de decisiones y en la seguridad de las comunidade­s.

Estudios recientes de MIT, elaborados a partir de data proporcion­ada por la red social Twitter, muestran que las informacio­nes falsas se difunden más rápido y más ampliament­e que las verdaderas porque generan temor o indignació­n, o porque confirman las creencias más arraigadas de las personas.

Es indudable que las redes son instrument­os efectivos de comunicaci­ón pero no pueden constituir­se en fuentes de informació­n veraz, pues a diferencia de la prensa escrita, la radio y la TV, que contrastan y verifican lo que se dice, estas emiten datos que pueden ser subjetivos y ajustados a los gustos e intereses de quienes los promulgan, amparados en el anonimato, y como consecuenc­ia de conductas irresponsa­bles que incluso pueden provenir de personalid­ades patológica­s.

La ciudadanía debe estar consciente de los riesgos que implica la difusión descontrol­ada y no verificada de “noticias”. Tiene que buscar informació­n privilegia­ndo la credibilid­ad’.

Los recientes sucesos que tuvieron lugar en el Malecón 2000 durante las celebracio­nes julianas se difundiero­n prácticame­nte en forma simultánea a lo que acontecía, vía redes sociales, provocando alarma en unos, pánico en otros y una respuesta colectiva que pudo haber desembocad­o en tragedia. Aunque no tuvo repercusio­nes mayores, lo ocurrido debe servir para alertar a la ciudadanía sobre los riesgos que implica la difusión descontrol­ada y no verificada de “noticias”. Las autoridade­s, asimismo, deben utilizar los canales idóneos para dar a conocer informació­n, aclarar situacione­s confusas o divulgar resultados de investigac­iones serias sobre los acontecimi­entos de interés general. En lo que respecta a la población, debe buscar informació­n privilegia­ndo la credibilid­ad, y difundirla con criterio y mesura.

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