Rectitud y justicia
El presidente electo de México, Andrés López Obrador, al agradecer su contundente triunfo en las elecciones del pasado 1 de julio, manifestó que procederá en el ejercicio de su alta investidura con rectitud y justicia.
Estos dos vocablos buscan definir lo que sería el comportamiento del mandatario. Su significado es de hondas y sólidas virtualidades, que implican un compromiso de no torcer su conducta y actuar con apego a la ética, sin componendas de trastienda a espaldas del interés nacional. Es una oferta de ser leal con los anhelos del conjunto de habitantes de México, de no gobernar para beneficiar intereses facciosos o a un puñado de parientes, amigos o partidarios, como comúnmente sucede en los gobiernos latinoamericanos. Es expresión de un deseo de ser justo, de dar a cada cual lo que le corresponde, de proceder racionalmente, de priorizar la correcta aplicación de la ley, sin revanchismos, emotividades, sesgos, prejuicios. Es comprender que al hombre honrado lo protege el derecho y una justicia ajena a mezquindades o influencias políticas o económicas.
Prometió igualmente priorizar la atención al sector rural, sin duda el de mayor marginalidad, el de menor acceso a servicios públicos, históricamente abandonado a su propia suerte. Sabe bien el nuevo presidente que el voto mayoritario que recibió es un mensaje de hartazgo de una ciudadanía que observa con repugnancia e impotencia el enriquecimiento ilícito y descarado de atracadores de fondos públicos, que quiere que se arranque de raíz aquella práctica patentada en México de la “mordida”, y se termine con el crimen
...es un mensaje de hartazgo de una ciudadanía que observa con repugnancia e impotencia, el enriquecimiento ilícito y descarado de atracadores de fondos públicos’.
organizado que los mantiene en zozobra e inseguridad. En síntesis, el país anhela un cambio de 180 grados para que se gobierne transparentemente. Ojalá el presidente lo haga y no solo lo diga.
Es una oportunidad de la izquierda de América Latina de demostrar que es democrática, que no es verdad que está asociada a gobiernos autoritarios y represivos que utilizan la ley y las instituciones del Estado para imponer sus ideas y lucrar del poder, sin importarles el empobrecimiento de la población.