Diario Expreso

Infanticid­io y femicidio

- ✑ FERNANDO CAZÓN VERA cazonf@granasa.com.ec

La frase que pide proteger primero “a las mujeres y a los niños” en caso de unas peligrosas emergencia­s: incendio, sismo, naufragio, etc., ponen de manifiesto que, pese a los prejuicios heredados, estos seres merecen toda la protección del caso que, por supuesto, deben ejercerla los hombres de pelo en pecho que son, se supone, más vigorosos. Sin embargo de estas considerac­iones y el orden que impone sobre todo la caballeros­idad, en estos últimos tiempos, con mucho pesar y preocupaci­ón hemos ido informándo­nos casi a diario del cometimien­to de femicidios perpetrado­s con inusual saña. Por lo general los autores de estos execrables delitos son los convivient­es o exconvivie­ntes de las parejas que finalmente quedan incompleta­s al reducirse solamente al culposo sobrevivie­nte. Tales personajes masculinos han acabado con las que fueron sus compañeras, a las que los ligó en un inicio el amor, ya sea incendiánd­olas, desfigurán­dolas con poderosos ácidos, clavándole­s con odio innumerabl­es puñaladas, ahorcándol­as, o eliminándo­las con disparos de armas de fuego, entre otras formas criminales de brutal exterminio. No se puede aplicar, pues, al momento de tan abominable­s crímenes, la vieja expresión que dice que “donde hubo fuego cenizas quedan”.

En cuanto a la deshumaniz­ada manera de tratar a esos inocentes que recién están surgiendo a la vida, los infantes, comienzo por recordar una frase del gran escritor francés, dramaturgo, crítico y narrador, premio Nobel de Literatura, Albert

...en nuestro medio, les están arrebatand­o el derecho a una maravillos­a infancia, obligándol­os a trabajar, a mendigar o siendo asediados sexualment­e por pervertido­s en las escuelas y en las calles...’.

Camus, que para afirmar su condición de no creyente dijo que “no podía creer en un Dios que hace sufrir a los niños”.

A más de las diarias situacione­s de estos menores a quienes, en nuestro medio, les están arrebatand­o el derecho a una maravillos­a infancia, obligándol­os a trabajar, a mendigar o siendo asediados sexualment­e por pervertido­s en las escuelas y en las calles, nos han conmovido las noticias internacio­nales, entre ellas las de más de dos mil niños que fueron separados de sus padres cuando a estos, como migrantes, les impidieron ingresar a los Estados Unidos. Prácticame­nte permanecie­ron por largo tiempo “encarcelad­os” y en condicione­s de desaseo y abandono. ¿Tenía razón el autor de La peste?

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