La polilla y la gangrena
En su visita a Paraguay, su santidad el papa Francisco dijo: “La corrupción es la polilla. Es la gangrena de un pueblo” y continuó afirmando que “ningún político puede cumplir su rol si está chantajeado”. Recordó que la corrupción y el chantaje “se dan en todos los pueblos del mundo”, pero que si se quiere unidad “tienen que desterrarlos”. Por otro lado, Marcelo Odebrecht en su delación en Brasil indicaba que él no indujo a la corrupción de nadie; más aún, indicó que todos esos políticos ya eran unos delincuentes cuando su empresa pretendía hacer obras en sus países. Estos dos comentarios actuales deben abrirnos los ojos para que comprendamos que es nuestra obligación actuar y detectar hasta dónde la polilla de la corrupción ha carcomido la base ética de los valores que nos unen como sociedad. Como dijo Su Santidad, la corrupción está en todos nuestros países, pero es nuestra absoluta responsabilidad decidir la forma cómo actuamos frente a ella.
Día a día vemos destapar reales cloacas que son detectadas por Contraloría o por la nueva comisión liderada por el Dr. Trujillo. No obstante, estamos lejos de preocuparnos profundamente acerca de qué impacto estamos teniendo como sociedad. Peor todavía, al igual que cuando las polillas han devastado nuestros bienes, solo vemos la parte estética de ellos. Si no desarrollamos ya estrategias articuladas para enfrentar este mal, la gangrena anunciada por el Santo Padre nos destruirá como sociedad.
Este asunto es mucho más grave de lo que queremos admitir. Si pretendemos ver crecer a nuestros hijos en un país digno, es nuestra obligación que insistamos en nuestros hogares en dotarlos de principios rectores que guíen su
Propongo que desempolvemos los libros que nos formaron: los de Ética y de Cívica…’.